Dos Íntimos Relatos de Guerra
Voy a relatarles seguidamente dos experiencias espirituales, de entre las muchas que podría contarles, en las que fui muy eficaz y oportunamente ayudado por mi Ángel Guardián. Forman parte de unos escritos inéditos, rememorando pasajes de la guerra civil española, que yo denomino “Íntimos Relatos de Guerra”. Veamos: Recuerdo exactamente la posición que ocupaba en una trinchera abierta durante la noche, a la izquierda de una pequeña ermita denominada de “La Santa Cruz”, enclavada en el Monte Calvario de la Sierra de los Monegros. Desde allí donde me encontraba se dominaba una considerable extensión del valle y de otras montañas menores extendidas allá a lo lejos. Esta posición tenía un gran valor estratégico, dado el dominio que desde allí se ejercía sobre las comunicaciones que llevaban a Zaragoza. Por tanto, el contraataque enemigo no se hizo esperar y ya desde las primeras horas de haber sido tomadas aquellas posiciones, estaban siendo furiosamente bombardeadas por la aviación y la artillería las unidades que habían intervenido en el asalto.
Como yo era muy joven todavía y a igual que todos los demás hacía muy poco que me hallaba en el frente de guerra, tenía bastante miedo y realmente lo pasaba muy mal, pues en el lugar en donde me encontraba no había defensa alguna, salvo unos pocos sacos terreros. Los bombardeos arreciaban y contemplando el valle a través de la densa humareda que provocaban, podía ver a una ingente cantidad de fuerzas militares procedentes de Zaragoza, que acudían rápidamente con ánimos de reconquistar las posiciones tomadas durante la noche por las tropas republicanas. De improviso oí una voz potentísima dentro de mi conciencia que me decía: “¡Sal inmediatamente de aquí!”
Al impulso de esta voz me sentí potentemente lanzado fuera de la trinchera yendo a parar a unos doce o quince metros de allí y en aquel preciso momento una potentísima granada estalló encima del lugar donde hacía unos instantes me hallaba... La trinchera había sido completamente destruida y en su lugar sólo se veía un profundo y humeante cráter... Lleno de polvo y atontado completamente por la tremenda explosión, descendí por el otro lado de la montaña, no pudiendo comprender cómo había podido llegar hasta allí ni explicarme las extrañas circunstancias en que fue emitida aquella potente voz que me había salvado de una muerte cierta. En aquella gigantesca vaguada del Sector de Valsequillo había no menos de tres divisiones con sus correspondientes cuerpos auxiliares. Yo era entonces capitán de una compañía de ingenieros zapadores y con esta unidad a mi mando ocupaba un lugar definido dentro del grueso de la División a la cual mi unidad pertenecía. Estaba escribiendo una carta para mis padres. De pronto volví a escuchar nuevamente dentro de mi conciencia aquella extraña y apremiante voz que ya anteriormente había escuchado en el frente de Aragón. Esta vez aquella voz conminatoria -que yo sentía resonar dentro de mi conciencia- me decía: “Reúne a tus hombres, abandona este lugar y refúgiate allí arriba”. Consciente del valor de la sugerencia y recordando la pasada experiencia, inventé un pretexto y aún a riesgo de molestar a mis oficiales y soldados que estaban descansando de una larga, dura y fatigosa caminata, ordené dejarlo todo y ascender a una loma situada a un kilómetro aproximadamente del lugar donde nos encontrábamos, con algunas frondosas encinas bajo cuya sombra nos cobijamos.
Al cabo de un tiempo de estar allí oímos el peculiar zumbido de la aviación, un ruido sordo que iba aproximándose, llenándonos de inquietud y sobresalto. Un centenar de bombarderos “JUNKERS” alemanes se hallaban casi encima de nosotros e iniciaban un furioso bombardeo sobre las tropas que se encontraban en aquella gigantesca hondonada. El clásico silbido de las bombas al caer, que hiela la sangre de los combatientes más valerosos, y las potentísimas explosiones que se enseñorearon del lugar durante largo tiempo... ensordecieron nuestros oídos y nos obligaron a hundir nuestros rostros contra el suelo.
Una vez realizado aquel impresionante bombardeo -el más grande e intenso al cual yo había asistido- sólo se veía una densa humareda y solamente se oían los lamentos de los heridos y los quejidos de los moribundos. Jamás había presenciado un espectáculo semejante, jamás había visto tantas vidas destrozadas, tanta sangre, tantos miembros amputados, tantos amigos muertos. Quien haya visto de cerca la espantosa carnicería que provoca el bombardeo de la aviación sobre grandes concentraciones humanas, odiará sin duda para siempre la guerra y maldecirá desde el fondo de su corazón a todos aquéllos que sean capaces de producirla, quererla o determinarla.
La voz imperiosa de mi Ángel Guardián que por dos veces me había salvado la vida durante la guerra, la he escuchado en varias ocasiones durante el curso de mi existencia, advirtiéndome a veces de algún peligro o brindándome otras algún valioso consejo que me fue muy útil en el desenvolvimiento de mi existencia kármica. Debo afirmar, sin embargo, que la audición de esta voz inconfundible de la conciencia es el resultado de haberme esforzado durante años en la práctica de la silenciación de mis actividades mentales, una técnica específica señalada por mi Maestro y que yo intuitivamente utilizaba. Sea como sea, el Ángel Guardián no es para mi el fruto de una leyenda arcaica, la consecuencia de un mito o el resultado de una tradición religiosa, sino que es Una Realidad vívida e incuestionable que he podido constatar científicamente utilizando la aguda sensibilidad de mi vehículo mental y la inapreciable ayuda de mi Maestro.
Lugares descritos en el libro de Vicente: Mis experiencias espirituales. Por dos veces "su Ángel " le salvó de un obús, en la primera ocasión, y en la segunda, tanto a él como a sus compañeros, de un terrorífico bombardeo que dejó los campos llenos de muertos. Fue tan doloroso para Vicente, que apenas habló de aquellos años aciagos. Desde la Sierra de Alcubierre se pueden divisar al Oeste: Zaragoza, el Moncayo y los Montes de Zuera. Al Este -Sur: los Monegros. Al Norte: los Pirineos. https://costraypus.blogspot.com/2024/01/ermita-de-santa-cruz-y-punta-del.html
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