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Tomar las decisiones correctas para vivir mejor
Antonio Callén Mora

 


Vivimos en una sociedad, caracterizada por la abundancia de propuestas y el exceso de opciones, en la cual estamos continuamente bombardeados por la publicidad y asediados por las influencias de nuestro entorno a hacer, comprar o consumir esto o lo otro. En efecto, es la denominada sociedad de consumo, cuyas señas de identidad es la búsqueda de la felicidad a través del materialismo. Es decir, la obtención del placer y el bienestar a expensas de las cosas que tenemos, deseamos o podemos comprar. Lo cual, dada nuestra naturaleza, es una absoluta falacia.

Lamentablemente, a veces tardamos mucho en descubrirlo. Sin embargo, nunca es demasiado tarde para reaccionar. Por mi parte, creo que he tenido la fortuna y el privilegio de llegar a la situación actual tras haber nacido en un entorno con opciones relativamente limitadas y de haber recibido una educación que me enseñó a valorar lo que cuesta esfuerzo y descartar lo fácil. Ello me ha facilitado las cosas.


En este sentido, hace poco, buscando libros para mis lecturas en la sección de Psicología de una de las bibliotecas que frecuento, me encontré lo que me parece “una joyita” a pesar de que se publicó en nuestro país en el año 2005.

Es decir, ante la inmensa oferta de libros a mi alcance, mi búsqueda, motivada por mis gustos, me ha llevado a descubrir un pequeño tesoro. Los motivos para que lo califique de tal son, como trataré de expresar, los conceptos que he aprendido en relación con la toma de decisiones y las claves para que dicha actividad sea, mayoritariamente, una fuente de placer y beneficios, en vez de un motivo de arrepentimiento y malestar.

 


El libro de que estoy hablando se titula Por qué más es menos. La tiranía de la abundancia de Barry Schwartz, un psicólogo americano.


Básicamente, el autor nos viene a mostrar que el hecho de disponer de más opciones no implica una mayor satisfacción, sino todo lo contrario.

De hecho, en una sociedad capitalista e individualista, como la norteamericana u otras sociedades occidentales, el exceso de oferta supone la necesidad de tomar decisiones en condiciones más difíciles y puede ser una fuente de sensaciones negativas si no aprendemos a gestionarlo.

El asunto puede llegar hasta tal punto que no solo esté relacionado con las mayores tasas de depresión en las sociedades ricas actuales, sino incluso con las mayores tasas de suicidio registradas en las mismas en relación con períodos anteriores o con países con recursos más limitados.

Es decir, no estamos hablando de un asunto baladí y, sin embargo, a menudo lo ignoramos.


El autor entra a describir varios entornos y anécdotas con los que ejemplifica el exceso de oferta, algo en lo que yo no pretendo entrar por ser un hecho obvio.

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Sin embargo, recomiendo leer el libro o escuchar su charla TED (Barry Schwartz: The paradox of choice | TED Talk) debido a lo instructivo y ameno que puede resultar conocer esos casos.

 

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Sí conviene señalar que, a la hora de tomar decisiones, él incluye ejemplos desde comprarse unos vaqueros hasta casarse, pasando por la elección del futuro profesional, cambiar de empresa o elegir el sitio donde vivir.

Es obvio que la vida consiste en una sucesión ininterrumpida de toma de decisiones que van a condicionar nuestro bienestar.

De ahí la importancia de saber elegir, conocer las repercusiones de tomar una u otra decisión y saber cómo proceder.


En efecto, Schwartz nos descubre que ante la creciente variedad de opciones disponibles para tomar una decisión podemos adoptar dos posturas: la del maximizador o la del optimizador o satisfactor (satisficing).

 

De modo que mientras el primero no para de buscar todas las opciones posibles para decidirse por la mejor, el segundo se limita a buscar unas cuantas opciones acordes con sus expectativas y se decide por una que, sin ser la mejor en términos absolutos, satisfaga sus necesidades.

 

 

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Como consecuencia, un comportamiento maximizador suele conducir a insatisfacción y estrés, mientras que para el optimizador el proceso es más sencillo y da lugar a más bienestar.


Conviene aclarar que, si bien podemos encuadrarnos fundamentalmente en uno u otro tipo de los anteriores, en distintas facetas de nuestra vida podemos adoptar un patrón diferente.

Además, no debemos confundir al maximizador con el perfeccionista, pues este último sabe que la perfección absoluta no existe, pero disfruta con la búsqueda de algo mejor.

 


Para facilitarnos las cosas, incluye en el libro la Escala de maximización muy útil para aquellos que, como es mi caso, les gusta estudiar cuál es su perfil.

Ello tiene su aplicación práctica ya que algunos estudios “mostraron que las personas con altos niveles de maximización disfrutaban menos de la vida, eran menos felices, menos optimistas y más depresivos que las personas con niveles más bajos de maximización”.

Lo cual, sin duda, tiene que ver con el hecho de que lo importante ante cada decisión que tomamos es nuestra reacción psicológica. De modo que, en la vida real, la satisfacción o las preferencias son subjetivas y no objetivas.


Para probar sus aseveraciones, el autor da varios argumentos convincentes y nos desvela algunas variables o conceptos que tienen que ver con la toma de decisiones.


En efecto, a la hora de tomar una decisión es importante tener en cuenta el coste de oportunidad, un término habitual entre los economistas, que consiste en considerar cuáles son las distintas opciones que tenemos y valorar a las que hemos de renunciar a la hora de elegir una de entre todas.

 

Esto es válido con respecto a elegir un restaurante, un libro que leer, a qué dedicar dos horas de asueto o dónde invertir un capital. Si no lo tenemos en cuenta es muy posible que el arrepentimiento posdecisión, es decir el descubrir una alternativa que podría haber salido mejor una vez conocidos los resultados de la elección, nos haga pasar un mal rato o nos amargue la vida (en el último caso).


De hecho, hay un capítulo del libro dedicado íntegramente al problema del arrepentimiento que aclara conceptos como los sesgos por omisión, es decir tendemos a arrepentirnos más de lo que hemos hecho y ha salido mal, olvidando lo que no hemos hecho y habría salido bien. Otros aspectos tratados son los pensamientos contrafactuales consistentes en pensar en algo que no es real (“si en lugar de…hubiese hecho…”), pero que podría serlo o haberlo sido, lo cual abre la puerta al arrepentimiento.

No obstante, si bien el arrepentimiento posdecisión nos hace menos felices puede servirnos para anticipar situaciones, arrepentimiento predecisión, y ayudarnos a tomar mejores decisiones o asumir las consecuencias de las que tomemos.

 


Capítulo aparte merece el tema de la adaptación, es decir el fenómeno psicológico por el que nos acostumbramos a las cosas y dejamos de darles importancia. Esto es algo que nos resulta muy familiar, ansiamos tener algo y cuando lo conseguimos perdemos interés y no sabemos sacarle partido. El consumo genera decepción, y nuestra reacción puede ser perder interés en buscar el placer que proporcionan las cosas o bien dedicarnos a perseguir novedades y buscar productos o experiencias cuyo potencial placer no se vea disipado por una experiencia repetida.

Es el fenómeno que denomina como cinta andadora del hedonismo que, al final, a pesar de la incesante búsqueda, nos dejará en el punto de partida. Lo cual tiene mucho que ver con nuestras descargas de dopamina o circuito de la recompensa.
Un punto que me parece crucial es el concerniente a nuestra condición de animales sociales.

Como tales perseguimos un estatus y nos vemos muy influenciados por nuestro entorno. De ahí que a menudo establecemos comparaciones con quienes nos rodean, fenómeno que en el libro denomina comparación social.

 

Lo cual si no está bien manejado puede ser una tremenda fuente de infelicidad, máxime teniendo en cuenta que los avances tecnológicos y la comunicación nos han abierto mundos que antes desconocíamos. Ello puede ser un gran elemento de frustración.

 

Hay una parte en este capítulo que me ha llamado poderosamente la atención ya que explica cómo la indefensión aprendida, un fenómeno psicológico descubierto por Martin Seligman en experimentos con animales que eran incapaces de aprender a salir de situaciones estresantes, por haber sido sometidos previamente a entornos en que no podían escapar a estímulos desagradables idénticos, puede estar vinculada con algún tipo de depresión.

 


En efecto, según Seligman, tener el control tiene una importancia crucial en el bienestar psicológico.

En el libro se dan algunos ejemplos esclarecedores; pero yo lo viví en mis propias carnes cuando me dejé llevar por cantos de sirena y me presenté como candidato a una plaza de profesor titular en la Universidad. Jugaron conmigo y me costó una depresión, a pesar de que en aquellos momentos era el único soporte económico y moral de mi familia que pasaba por momentos críticos.


Sin embargo, no siempre la falta de control lleva a la depresión; ya que, ante un fracaso, buscamos cuál fue la causa.

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Independientemente de cuál sea la verdadera razón, adoptamos una serie de predisposiciones que nos hagan aceptar esas causas.

 

Dichas predisposiciones pueden ser catalogadas como globales o específicas, crónicas o transitorias y personales o universales. En base a esto, las personas optimistas explican los éxitos con causas crónicas, globales y personales (p.e. en una entrevista de trabajo: tengo mucha experiencia, se me dan bien las entrevistas y mi perfil encajaba con el puesto) y los fracasos con transitorias, específicas y universales (estaba indispuesto, desconocía el negocio y ya tenían un candidato firme); mientras que los pesimistas hacen lo contrario.

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Como colofón a todo lo anterior, en el último capítulo encontramos claves para saber afrontar la libertad de elegir, lo cual requiere práctica, disciplina e incluso cambiar de forma de pensar.


Ante el exceso de opciones es importante centrarse en las que realmente importan olvidando las que nos quitan tiempo y energía, seguir unas pautas en base a nuestra experiencia de decisiones recientes, ser selectivo y no caer en el conformismo, tratar de ser optimizador, recurrir a estrategias para evitar caer en la decepción causada por pensar en el coste de oportunidad, tomar decisiones irreversibles cuando se trate de temas importantes, mitigar el arrepentimiento, controlar las expectativas, restringir la comparación social, aceptar las restricciones y, ante todo, practicar la gratitud.


Obviamente, desarrollar todo esto supone escribir un libro.

Afortunadamente, ese libro ya está escrito y es muy útil.


De modo que, si quieres mejorar tu bienestar en esta sociedad llena de tentaciones consumistas, lee el libro. No te arrepentirás.
Antonio Callén Mora

 

 

 

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