Vida
y muerte.

Eros
y Tánatos
Por Juan Ramón González Ortiz
Artículo
de
NIVEL
2-NÚM 34-JUNIO 2023
Vida
y muerte.
Eros
y Tánatos
Sexualidad y muerte, Eros y Tánatos, aquí tenemos los
dos motores fundacionales de toda sociedad. Y ambos son los dos factores
básicos de cualquier individuo particular.
El sexo nos agarra por las solapas, nos embosca. Es la trampa en la
que hasta el más prudente cae.
La
muerte es el fin de todo.
La
muerte es el horror a donde todo va a parar. Inexorablemente.
El
sexo nos aplasta, nos seduce, nos oblitera, y la muerte nos angustia….
En
realidad, como vamos a ver ahora, en el sexo también hay un
componente fortísimo de muerte.
Es
decir, ambos elementos se confunden en favor de uno predominante:
el pálpito de la muerte.
Freud dejó muy claro que sexualidad y muerte son el armazón
imprescindible de cualquier persona, así como de cualquier
sociedad.
Cuando hablamos de sexualidad no hablamos de erotismo. Hablamos de
océano enfurecido y tempestuoso de lo sexual, y no de la vertiente
afectiva y hasta cierto punto civilizada que supone el erotismo.
Sigmund
Freud parte del hecho clarísimo de que lo libidinoso empapa
toda la sociedad. Al preguntarse el porqué de esto acaba concluyendo
que esto es así porque responde a una pulsión básica:
lo sexual.
Así
pues, lo sexual es el pilar básico de la sociedad.
Este
es el elemento primordial, el cual atraviesa toda la sociedad, tanto
vertical como horizontalmente.
Con respecto a ese supuesto carácter libidinoso del individuo
y de la sociedad, Freud admite que el único fin de lo libidinoso
es “la cópula sexual”.
Es en el seno de la primitiva horda humana donde se conjugan los lazos
libidinosos sexuales con unos lazos de tipo violento, pletóricos
de hostilidad, y que culminan en el ejercicio del crimen.
Al considerar estas dos fuerzas, llegamos a un punto en el que es
casi imposible conectar estas dos fuerzas. Es cierto que lo sexual
tiende a la vida y su conservación, y lo tanático tiende
a la muerte, pero a fin de cuentas quien triunfa al final es el instinto
de muerte, pues todo acaba finalmente sumido en el pozo de la nada.
Lo Erótico implica también el desarrollo del principio
del placer, lo afectivo, y todo lo que Platón relaciona con
el Eros.
Puesto que el ser humano persigue por encima de todo la conservación
y la continuidad de la vida y de la sociedad, podríamos decir
que el impulso Erótico prevalece.
Pero no es así, porque esos seres que generamos están
inevitablemente condenados a la muerte.
El reto de las sociedades y de la cultura es unir a la pulsión
por la muerte la pulsión por la vida, pues de otra manera todo
se abandonaría instantáneamente a la muerte.

La
pintura, esos maestros cuyas obras eran tan bellas que hasta los pinceles
temblaban, la filosofía, la religión, la música,
los universos novelísticos que han sabido tejer los grandes
escritores…. Esas son las fuerzas de lo Erótico. Porque lo
Erótico es más, mucho más que lo reproductivo,
o que lo que atañe al cortejo y a la seducción…
Este es el factor fundamental de cualquier civilización que
se precie de serlo.
En nuestra pequeña medida, como si fuéramos un universo
social solitario reducido a una mínima escala, habitado por
solo dos personas, aparte de nosotros, viviríamos en un campo
de batalla entre dos fuerzas, porque el ser humano surge de una gran
contradicción, una contradicción irresoluble: razón
contra animalidad. Contradicción en la cual la animalidad es
nuestra parte maldita.
¿Qué nos lleva a alejarnos de nuestra parte maldita?
¿Qué nos lleva a retornar a nuestra parte maldita una
y otra vez?
Nos separamos de nuestra animalidad porque sentimos en ella la pulsión
de lo Tanático, vivida como angustia ante la muerte y como
negación del proyecto de futuro que acariciamos. El hecho de
trabajar, ejercer cualquier trabajo, niega la animalidad, niega lo
Tanático, pues el trabajo intenta salvaguardar la construcción
de un futuro. La angustia ante la muerte nos lleva a trabajar para
tratar de consolidar un futuro que se nos presenta como muy incierto.
Lo Tanático no es solo la conciencia de nuestra propia temporalidad.
También forma parte de ello el tabú del crimen y el
tabú del sexo. Los dos totalmente arraigados en nuestra animalidad.
Y quien no quiera verlo es que está ciego acerca de sí
mismo y de su inmanencia.
La sociedad freudiana contempla la necesidad de un líder, un
líder padre, para cohesionar a toda una masa.
“El punto crucial para comprender la existencia psicológica
de un grupo cualquiera es la existencia de un líder”.
Los lazos afectivos solo pueden crearse a la sombra de un líder,
de un líder padre, simplemente porque con él se organiza
la sociedad y además él la protege de tu total desintegración.
Podríamos decir que el líder forma algo así como
una gran familia. Esta gran familia posee todos los rasgos de la psicología
individual.
Si, de golpe, ese líder padre que cohesiona y cuya realidad
permite la existencia de lazos afectivos, desapareciera, todo se desmoronaría,
y un auténtico y desatado pánico sacudiría esa
sociedad, transformada entonces en masa. Todo se resquebrajaría,
los lazos afectivos se disolverían de inmediato y después
desaparecería la unidad entre los miembros.
En ese momento violento, sucede míticamente, poéticamente,
un crimen y surge la nueva sociedad: Rómulo mata a Remo, Caín
mata a Abel, Seth mata a Osiris, Odín se hiere a sí
mismo arrancándose un ojo en el pozo de Mimir, Zeus hiere y
expulsa del Olimpo a su padre Saturno y a su tío Titán,…

La historia de un crimen se halla en el fundamento de todas las culturas
y civilizaciones. Ese crimen marca el progreso del grupo que pasa
de ser una horda a ser una sociedad. El crimen establece nuestras
aún vigentes normas morales, establece una nueva religión,
un nuevo ordenamiento social y una nueva psicología interna,
marcada sobre todo por la vivencia del arrepentimiento y del auto
reproche, lo que Freud llamaba “el malestar”.
Siempre hubo un primer crimen físico, aunque la simbología
nos ofrezca una lectura metafísica, así cuando Wotan
cede su ojo izquierdo al gigante Mimir, la hermenéutica de
lo simbólico nos dirá que en este pasaje Wotan sacrifica
su faceta inconsciente, intuitiva, espontánea, y que le acercaba
a lo afectivo. Por supuesto que esta interpretación también
es válida, pero en otro nivel epistemológico.
Tras el asesinato del jefe de la horda primitiva, el crimen y la violencia,
y no el amor o cualquier otro sentimiento elevado, se transforman
en el pegamento que cimenta a todos los miembros. El violento y tiránico
líder padre constituía el modelo envidiado y temido
por todos los miembros de la asociación. Al matarlo se apoderaron
de su fuerza. El banquete que siguió al crimen fue la primera
festividad de la humanidad. Posteriormente, este acto criminal sería
representado, y conmemorado, año tras año.
Si ninguna duda, en ese banquete también se servirían
la sangre y partes del cuerpo del líder padre.
A partir de entonces, el líder padre fue divinizado y convertido
en algo sagrado. En un Tótem. En el fundador de la sociedad.
Los sucesores, desde ese momento, impusieron a la nueva sociedad dos
tabúes. Los dos tabúes que han conformado nuestro mundo
porque suponen las dos columnas en las que se asienta la moral. El
primer tabú estaba relacionado con lazos afectivos y era el
respeto al padre sacrificado, originando así la primera religión
establecida. El segundo tabú estaba relacionado con los impulsos
sexuales, y era la prohibición del incesto. Con este último
tabú se evitaba la desintegración del grupo, al mismo
tiempo que se desactivaba la rivalidad por poseer los objetos de codicia
sexual.
Esos dos tabúes son la proyección dramática del
instinto de lo Tanático (el primer tabú) y de lo Erótico
(el segundo). Es decir, el tabú del asesinato y el del sexo.
Lo Tanático abarca también la vivencia de sentirse arrojado
a este mundo, en un espacio de absoluta soledad. Porque entre un ser
humano y otro hay un abismo, una terrible “discontinuidad”. Solo él
nace, solo él muere. Ahora bien, el ser humano necesita del
otro para sobrevivir y satisfacer sus pulsiones. Para salvar esa discontinuidad,
para perseguir la imposible continuidad, el ser humano elige separarse
de la animalidad a través del trabajo, porque este pasa de
construir un universo centrado en uno mismo a construir un universo
centrado en varios seres humanos.
Por un lado, la humanidad se construye desde el abandono de la animalidad,
pero por otro, es imposible evitar el retorno a esta base. Esta verdadera
Joan
Sarsal
dualidad representa una interminable violencia para el ser humano,
cuya vida está condenada al fracaso a no ser que sea capaz
de transfigurar, de sublimar, de moldear esa animalidad. La muerte
obstinadamente aparece una y otra vez y lo desbarata todo.
Para vencer a la muerte el ser humano tiene que fabricar una cultura
de la continuidad. Es la única respuesta que cabe al enigma
de la vida, y de las civilizaciones de todos los tiempos. Una cultura
que le arranque de la violencia de la muerte, pues la certeza de
que hay una felicidad en la muerte destruye la propia angustia de
la muerte.
Continuidad se opone a discontinuidad, ya lo sabemos. Somos seres
discontinuos, esto es imposible de evitar, pero podemos hacer que
sea la muerte la que nos devuelva a la continuidad perdida. Podemos
hacer que lo Tanático acabe volviéndose lo Erótico.
De los contrario hasta en el acto sexual, hasta en la búsqueda
desesperada del óvulo por parte del espermatozoide seguirá
la tiendo la pulsión de lo Tanático, el imperio de la
Muerte. Buscamos inconscientemente la continuidad y, así, generamos
un ser discontinuo, perecedero, que morirá solo. Y entonces
lo Erótico se volverá Tanático. Es, precisamente,
el ansia de continuidad el motor de todo lo Erótico.
Verdaderamente, la vida es un campo de batalla entre lo Erótico
y lo Tanático. Y la muerte, es la violencia suprema. Ver
un cadáver yerto es contemplar una violencia infinita que ha
caído sobre esa persona. Pero resulta que lo Erótico
también es lucha y violencia, porque es la negación
activa de lo Tanático. Incluso una unión sexual es siempre
una colisión violenta entre dos cuerpos que chocan como si
fueran electrones, buscando la conquista y borrar la discontinuidad.
Lo que se busca en el acto sexual es la continuidad, momentánea,
por supuesto.
La continuidad que tiene lugar en el acto erótico nos grita
a los cuatro vientos que esa continuidad es inconquistable y que
se perderá entre nuestras manos como un puñado de arena
que se escapa entre los dedos, o como “lágrimas en la lluvia”.
A fin de cuentas, la tan odiada muerte es la única que puede
traernos la ansiada continuidad.
Querido lector, tú, que has tenido la fuerza y el valor de
leer hasta aquí, yo te exhorto a que llenes la muerte de continuidad.
Te exhorto para que consideres que la muerte es necesaria para ese
fin. Si tal haces, la muerte dejará de ser la causante del
mayor sentimiento social de angustia. Llenar la muerte de vida, llenarla
con lo Erótico. Lo Erótico es una trasgresión,
posee su propia dosis de violencia porque nos rescata de la discontinuidad,
nos rescata de la disolución, y supera nuestra propia muerte
pues nos da la vida allí donde solo hay silencio y la nada
más radical.
Querido y discontinuo lector, no temamos las aguas de la Laguna Estigia
porque, como decía nuestro gran poeta
“nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa”.
Juan Ramón González Ortiz