Recuerdos
junto a Vicente Beltrán
J. A.
Iniciamos
una nueva sección, que constará de algunas entregas,
a cargo de Javier Antolínez, uno de los más antiguos
seguidores, y servidores, de Vicente Beltrán Anglada.
Sus
palabras son extraordinarias y constituyen un testimonio de oro sobre
la personalidad y la enseñanza de Vicente.
Juan
Ramón: ¿Cómo conociste a VBA?
Javier: Hola Juan Ramón. Para comenzar me gustaría expresar
mi agradecimiento por la confianza que tanto Quintín como tú,
habéis depositado en mí para recordar aquellos momentos
con Vicente, que para muchos de nosotros fueron una experiencia superior,
en nuestras vidas.
Además, el poder trasmitirlo a otras personas que vibran en
esta frecuencia espiritual y que no tuvieron la oportunidad de poder
compartir aquellos momentos con él, que para mí fueron
sublimes, creo que puede ser un acercamiento de igual intensidad a
todo aquello que Vicente representó, en su vida pública.
También, como bien se sabe, él representó a los
Grandes Maestros de la Jerarquía Blanca Planetaria, en particular
al Maestro Kuthumi y al Maestro Tibetano. El Maestro Kuthumi como
todo el mundo ya sabe, es el Maha Chohan de 2º Rayo, siendo Vicente
un discípulo avanzado de este Rayo y de Este gran Maestro.
Casi todos los que seguimos sus enseñanzas estamos en ese Rayo
como discípulos. En uno u otro nivel, todos estamos en el Camino
de Retorno, unos con más vidas de limpieza kármica que
otros, pero todos estamos incluidos en ese gran Misterio que es el
“Sendero de Retorno al Padre”. Así es como lo exponía
Vicente y así es.
Vicente fue, además de un Gran Discípulo de 2º
Rayo, un gran vidente, siendo esta característica, la que desde
su más tierna infancia le permitió el contacto “autoconsciente”
con los Maestros y con grandes Ángeles.
Tengo que decir que la percepción de los Ángeles superiores
es una de las habilidades extrasensoriales más difíciles
de conseguir, mientras que la percepción de entidades de inferior
categoría, es más asequible. Por supuesto que hay entidades
que son grandes seres espirituales, algunas están en un proceso
evolutivo similar al humano y otras como los denominados Rojans en
los textos bíblicos, son entidades o Ángeles de fuego,
por lo que son seres de gran poder y elevación espiritual y
que, para poder contactar con ellos, es preciso estar debidamente
purificados y con un cierto grado de iluminación.
Si no es así y alguien que no haya conseguido ese nivel de
iluminación, contacta con ellos, quedará aniquilado
por el poderoso fuego que son estos Grandes Seres.
Dicho esto, podemos pasar a desgranar la historia de mi vida, que
me llevó a contactar con Vicente.
Puesto que esta historia se inicia con mi propia vida, sin ella no
tendría mucho sentido todo lo que aconteció con su encuentro.
Tengo que decir que ya desde que tuve uso de razón y tengo
recuerdos desde muy niño, mi mente volaba hacia otros lugares
que yo no llegaba a poder describir, pero que me encontraba en ellos
de maravilla, mientras que la vida me agobiaba sobre manera.
Por todo esto, es muy importante que haga un pequeño resumen
de mi vida, porque si no, sería muy difícil entender
la razón por la que la vida de Vicente y la mía se entrelazaron
de forma tan estrecha e intensa.
Así que, para comenzar tengo que dejar muy claro que, desde
mi más tierna infancia, jamás me sentí integrado
en mi cuerpo, ni en la sociedad, ni en las situaciones que la VIDA
me impuso vivir.
Como todo ser humano, tuve vocaciones tempranas. La primera fue la
medicina, la segunda la arquitectura y también me veía
haciendo muchas otras cosas, de las que me veía capaz. Pero
las circunstancias de mi vida, me fueron impeliendo a otras actividades
más materiales.
Mientras tanto que en mi mente y en mi corazón, crecía
un poderoso impulso espiritual que no podía controlar, ni entender,
en aquellos tiempos, ahora con el correr de los años y la experiencia
que la vida me ha dado, lo veo claro.
Yo vivía en una ciudad que no tenía una conexión
con la aviación y casi jamás, a lo largo de mis años,
había oído hablar de la posibilidad de ser piloto, aunque
sí de ser marino, ya que mi ciudad de nacimiento y crecimiento,
fue San Sebastián en el norte de España. Una preciosa
ciudad en la orilla del Mar Cantábrico y con una gran tradición
marinera, además de ser muy montañosa. Por lo que mi
infancia y juventud estuvieron marcadas de forma indeleble por el
mar y la montaña.
Con 18 años conocí a una persona que era piloto militar,
era el hermano de una gran amiga. Me interesé tanto por aquello,
que él mismo me invitó a volar en una avioneta que tenía.
Aquella experiencia me marcó de tal forma, que decidí
ser piloto a costa de cualquier esfuerzo y dificultades que pudiera
encontrar.
Cuento esto, porque aquello marcó un antes y un después
en mi vida y a partir de ese punto y a pesar de que mis múltiples
experiencias místicas, no las dejaría jamás,
me embarqué sin paliativos, en aquella experiencia nueva y
absolutamente material para mí.
No fue nada fácil ingresar como alumno piloto en el Ejército
del Aire, pero en ese cometido, me dejé todas mis fuerzas para
conseguirlo. Tampoco fueron nada fáciles, los cursos de piloto
y la vida militar, que cercenaba mi libertad, en la que había
vivido en mi infancia y juventud. Pero aquello de volar superaba con
creces cualquier esfuerzo al que me veía sujeto.
Cuando ingresé en el Ejército, supe que durante un tiempo
debería de dejar mi vida interior aparcada, hasta haber conseguido
unos objetivos profesionales nada fáciles de conseguir.
Hay que tener en cuenta que no hay muchos aviones, ni militares ni
civiles y estos necesitan unas tripulaciones, siempre limitadas en
número, por lo que llegar a tener un puesto como piloto, era
una tarea dificilísima, a la que pocos de los que emprendíamos
podíamos llegar a conseguir.
Con 24 años me casé y con 25 años, ya trabajando
en una compañía aérea civil, tuve una experiencia
mística muy impactante, que marcó lo que ahora puedo
entender como el retorno al Sendero Espiritual. No lo voy a explicar
aquí, debido a su extensión, pero quizás en otro
momento podría explicarlo.
Esta experiencia o visión muy clara, dio lugar a que, sin ser
yo consciente de ello en aquellos momentos, que comenzará a
hacer una búsqueda desesperada de algo, que no sabía
qué era.
Para ello, entendí, en aquellos momentos, que tenía
que comprar y leer libros, pero no cualquier libro, solo libros que
me enfocaran en algo oculto a lo que yo entendía que tenía
que acceder.
Esos libros me llevaron a practicar la psicografía o escritura
automática. Esto propició una situación muy desagradable,
en la que tuve una pelea a muerte con una entidad muy poderosa que
me trató de poseer y de la que me pude zafar en una lucha desesperada.
Esta lucha se produjo en una de mis frecuentes estancias en Las Palmas
de Gran Canaria.
Por mi profesión y mi curiosidad, había contactado con
un escritor muy famoso, de temas sobre ovnis, que se llama Juan José
Benítez. Como aquella experiencia fue bastante traumática,
me decidí a llamarle y exponerle mi caso.
Benítez, amablemente me dirigió a un conocido suyo que
vivía en Santa Cruz de Tenerife, que se llama Francisco Padrón.
Este hombre, que me recibió muy amablemente, había tenido
algunas experiencias ovnis, en la isla de Tenerife donde son bastante
frecuentes y aquellas experiencias, según me contó,
le habían marcado bastante y precisamente no de forma positiva.
Él me recomendó que no siguiera sus pasos, que aquel
camino era muy resbaladizo y peligroso y me instó a leer a
Vicente Beltrán Anglada y a ser posible contactar con él.
Me dijo dónde solía dar conferencias en Barcelona, que
era un centro llamado “Los Amigos de la India”. Además, me
recomendó que leyera un libro de Vicente, titulado “La
Jerarquía los Ángeles Solares y la Humanidad”.
No recuerdo bien cómo llegué a contactar con los que
serían después grandes amigos, una era María
y otro fue Juan. No voy a dar sus apellidos aquí, puesto que
les perdí el contacto cuando falleció Vicente y no he
podido volver a contactar con ellos nunca más, a pesar de que
los llevo en mi corazón como amigos eternos.
Al leer el libro aquel, algo se movió en mi interior de una
forma tan potente, que hasta que no llegué a asistir a una
de sus conferencias, no pude parar.
No entendía mentalmente nada de aquel libro, pero me enganchó
de tal manera, que lo leía y lo releía una y otra vez,
porque me llenaba de algo, que me di cuenta, que era lo que había
estado buscando durante toda mi vida y eso sin entender mentalmente
prácticamente nada.
Entonces llegó el día en que pude asistir a una de sus
conferencias en aquel centro. Me pasó lo mismo que con el libro,
pero “me sentí como si hubiera llegado a casa”.
Al terminar la conferencia yo me quedé esperando a que él
saliera y estando en compañía de mis amigos y en medio
mucha gente que asistíamos a la conferencia, se dirigió
a mí de forma directa y me propuso asistir, invitándome,
a unas meditaciones que se hacían en casa de una chica y con
un grupo que tenían ellos.
Aquellas meditaciones estaban dirigidas por Vicente para mejorar la
salud de la anfitriona, que tenía una grave enfermedad. Todo
aquello era absolutamente nuevo para mí.
Había algo que me impelía con una gran fuerza a unirme
a aquella meditación, desconocía por completo a todos
y su forma de proceder y ellos tampoco me conocían a mí,
pero todos ellos me acogieron y me hicieron sentir como si me conocieran
de toda la vida.
Era un ambiente de calurosa fraternidad. Jamás había
tenido aquellas experiencias tan suaves e intensas al mismo tiempo,
aquello de por sí, ya era mágico.
Antes de la meditación Vicente, nos dirigió unas palabras
y automáticamente cambió el ambiente de la sala y todos
nosotros nos quedamos como abducidos por ellas, algo mágico
y muy poderoso estaba con él y nos envolvía a todos,
excitando nuestros corazones y creando en ellos un profundo sentimiento
de amor impersonal, como jamás había sentido antes.
Pero la situación no acaba aquí. Como decía la
sala estaba en penumbra y las pocas luces que se filtraban desde la
calle, a través de las persianas, iluminaban levemente la estancia.
Pero desde que llegué y me senté en el sitio que me
asignaron, un potente foco de luz blanca cegadora, inundaba mi rostro
en el mismo instante que cerraba los ojos. Cuando los abría,
aquella luz desaparecía, pero al cerrarlos, el foco volvía
a cegarme de nuevo.
Nunca supe de donde provenía aquella luz, pero a partir de
entonces fui admitido por Vicente, para participar en todas las charlas
y meditaciones que daba en la intimidad.
Juan Ramón:¿Lo que más te atrajo de él?
Javier: Sinceramente no podría concretar una cualidad determinada,
puesto que Vicente era una persona muy sencilla, nada pretencioso,
por lo que su aspecto personal era el de una persona muy sencilla
y totalmente normal.
Pero sí que hubo algo que me llamo la atención, algo
que en muy contadas ocasiones he tenido con otras personas. De hecho,
con el tiempo y años después de su fallecimiento, conocí
a otra persona, de la que Vicente me advirtió unos días
antes de su muerte, con la que tuve la misma impresión. En
estos momentos sigo en contacto con esta persona, siendo mi mejor
amigo. Nunca más me ha vuelto a pasar esto con nadie.
Esto fue que, a primera vista, nada más cruzar nuestras miradas
cuando Vicente salía de haber dado la conferencia, cuando nos
presentaron y nos dimos la mano, tuve la clara sensación de
que nos conocíamos profundamente, desde siempre.
Al poco tiempo de este encuentro y después de haber asistido
a algunas conferencias y meditaciones más, fuimos estableciendo
una sólida amistad.
Con el tiempo, Vicente me dijo muchas cosas en la intimidad, cosas
que no quiso que nadie más lo supiera, para evitar envidias
y otros problemas.
Será aquí donde poco a poco puedo ir desgranando estas
intimidades espirituales, ya que el tiempo ha hecho su trabajo y aquello
que me dijo, no era un secreto, si no unas confidencias personales.
Juan Ramón: ¿Cómo era el ambiente de aquellas
primeras reuniones con Vicente?
Javier: Era algo muy especial, además es muy difícil
describir aquellos ambientes.
Al principio, para mí, era algo tan nuevo y profundo que no
tardé en acostumbrarme, hasta el punto que cuando no podía
ir a las meditaciones, las echaba muchísimo de menos.
No me equivoco en absoluto al afirmar que el ambiente que Vicente
creaba era angélico. En el momento que nos sentábamos
y que todos estábamos hablando, solo con que Vicente cerrara
los ojos y estuviera en silencio, creaba un ambiente que hasta el
más despistado de nosotros sentía una imperiosa necesidad
de estar en silencio y escucharle.
El silencio no solo era físico, sobre todo era un silencio
interior, que cada uno de nosotros podíamos sentir con una
fuerza que nadie quería violentar y que solo queríamos
mantenerlo con nosotros para siempre. Esto no solo era mi percepción,
también era la de todos los que asistíamos a aquellas
reuniones.
El contrapunto a aquella magia superior, estaba en la palabra de uno
de los miembros que también era parte integrante del grupo.
En cada reunión, interrumpía aquel silencio angélico
con sus intervenciones impertinentes, cargadas de ego, dándonos
clases a todos nosotros, sobre los libros de A.A.B. (el Tibetano),
que se los conocía de memoria. No voy a decir su nombre ya
que ha fallecido y además es cosa de otro tiempo.
Todos asistíamos a aquellas interrupciones con mucha paciencia
y a la espera de que Vicente volviera a limpiar la atmosfera de aquel
personalismo, que pretendía ponerse a la altura de él.
Vicente jamás dijo nada sobre esto y en alguna ocasión
en la que yo, en privado, le comenté estas molestias por parte
de esta persona, él jamás hizo la menor crítica
y solo se limitó a decir, “todos tenemos el mismo derecho a
hablar”.
Cuando Vicente hablaba sobre temas Jerárquicos, sin la menor
duda siempre llegaba un Ángel de una extraordinaria elevación
Espiritual, que envolvía con su presencia a todos los que allí
nos encontrábamos.
En muchas ocasiones era el Maestro el que se presentaba y su presencia
era sublime.
Vivimos muchas experiencias extraordinarias junto a él, y yo
personalmente tuve algunas experiencias que transcienden toda lógica
y en algunas de ellas la presencia del Maestro fue sublime.
En una ocasión y casi al principio de habernos conocido me
dijo: “Javier, tú y yo venimos enlazados a lo largo de muchas
vidas y nos hemos vuelto a encontrar por deseo del Maestro. Hace unos
meses, antes de conocernos tu y yo, el Maestro me dijo: Te va a llegar
un hombre joven, desesperado de la vida, con quien vienes enlazado
a lo largo de muchas vidas. Lo conocerás nada más verle.
Además, me dijo el Maestro, que estás pasando por unas
pruebas kármicas muy duras y que tu vida es un desastre, en
muchos aspectos, muy a pesar de que lo llevas con mucha paciencia
y resignación. En esta vida se presenta una gran oportunidad
para vosotros y a pesar de la limpieza kármica que os espera,
también vuestro progreso está siendo muy bueno y os
esperan grandes cosas”.
No puedo recordar exactamente la conversación, pero más
o menos fue como la he descrito.
J. A.