Sissi
A
partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, asistimos al nacimiento de
un nuevo tipo de cultura, una cultura que despreciaba la moralidad (religiosa
o antirreligiosa) como eje de la vida. Al destruir la moralidad, también
se disolvió el concepto del deber, en el cual se basaba toda la
ética racionalista kantiana. A partir de entonces, el supremo valor
de la vida, por encima de todo, es la satisfacción de los propios
deseos. Se impone la teoría de que la felicidad se fundamenta no
en la mente o en los valores del espíritu, sino, primordialmente,
en las pasiones y en los sentimientos del ego, por tanto, la felicidad
es algo personal e íntimo, y no social o colectivo. La felicidad
se vuelve materialista, igualmente, la meta de la vida social es llegar
“al éxito”.
Todo ha de ser breve, resumido, impactante, ligero. Superficial. Los medios de comunicación son cada vez más y más superficiales. Los planes de estudios. Y los individuos también.
Sansón y Dalila, 1949
Tradicionalmente, la mujer era la que se ocupaba de la función del cuidado. Sin embargo, al incorporarse las mujeres masivamente al mercado laboral, y al adelgazarse el Estado, buscando este rentabilizar su gigantesca estructura, nos encontramos que la población más necesitada (ancianos, niños, pobres y enfermos) quedó expuesta y olvidada.
Sansón y Dalila Internet ha creado la sensación de que existen unos vínculos, unos lazos, pero estos lazos son irreales y no tienen nada que ver con la necesaria presencia física de las relaciones de cuidado y atención. La
liberación de la mujer se realizó sobre toda esta mentalidad
individualista que hemos intentado describir hasta aquí. Ya no
hay uno, sino que ahora son dos, lo que ocasiona dificultades sin término
en la convivencia. La propuesta feminista de buscar la absoluta igualdad entre hombre y mujer ha llevado a una exageración interminable del narcisismo. Sin embargo, ¿por qué las chicas se exhiben tan escandalosamente en las fotos que envían por las redes sociales? En Twitter o en Tinder esto es increíble. Si tan seguras de sí mismas están, ¿por qué se muestran tan ligeras de ropa?, y desnudas y en posturas muy explícitas, en el caso de Twitter. Sencillamente, es que han adoptado la mirada masculina. Las han obligado a aceptar la mirada masculina. ¿No será que adoptan la mirada masculina porque tienen necesidad de reconocimiento por parte del otro? Personalmente
creo que la necesidad de reconocimiento es una de las exigencias que más
pronto aparecen en el niño y además esta se prolonga a lo
largo de toda una vida. En algunas personas es tan fuerte esta necesidad
que crea verdaderos problemas de relaciones. Un psicólogo me dijo una vez que, tras charlar en su despacho con muchas mujeres, había llegado a la conclusión de que la actual mujer posmoderna tenía la misma enfermedad que siempre había echado en cara al hombre: que temía más a la intimidad que al sexo. Es natural, la mujer actual odia aparentar vulnerabilidad, ha de ser fuerte y orgullosa. Y abrirse a la intimidad desprotege. Por eso es preciso separar sexo de emoción o afecto, transformando, así, el sexo en una suma de encuentros casuales. En la intimidad no tenemos más remedio que mostrar la verdad de lo que somos, pues en la intimidad todo nuestro decorado y nuestros montajes se desvanecen, y quedamos con lo que somos. La intimidad trae confusión, a veces hasta dolor, e incluso culpa. Es justamente lo que ellas siempre habían criticado al hombre. Que el hombre se centraba solo en la excitación, y en nada más. De la película Romeo y Julieta Ahora,
prima la intimidad física, pero sin saber absolutamente nada del
otro. O al menos todo se reduce a saber qué deportes practica el
otro, o cuáles El feminismo adoctrina y aconseja cómo tener un buen sexo, pero desde la ausencia de intimidad con el otro. El
feminismo explica que la huida de la intimidad es la mejor salvaguardia
contra los celos y la posesividad. Seguro Personalmente creo, que por eso todas las citas que se programa la gente en Tinder y páginas semejantes, acaban en desilusión. La persona que prepara una cita posee unas expectativas muy altas en esa nueva relación, pero resulta que no puede mostrarse desde su vulnerabilidad, además piensa que la intimidad genera tensión, y que cualquier impulso amoroso ha de ser evitado porque amenazan el equilibrio personal… En fin, que el desastre está servido. El
modelo el amor romántico tampoco era bueno, al contrario, era demencial,
pero no había temor a la intimidad y la persona (ya fuera hombre
o mujer) hacía un esfuerzo adaptativo hacia el otro. Aunque la
pareja se moviese en espacios imaginados, la realidad siempre estaba muy
presente. Y eso no ocurre ahora. Sin embargo, cuando se canceló este modelo, lo que vino no fue mejor, pues la liberación de la mujer trajo un modelo de relación que no tiene nada de liberador. En lugar de ser el hombre el que penetrase en el modelo de relación femenino, el cual daba una importancia extraordinaria al sacrificio y sobre todo al cuidado y a la atención, un grupo de mujeres, escasamente femeninas, mujeres como Simone de Beauvoir, que varias veces en su vida proclamó que odiaba el hecho de ser mujer, impusieron el modelo masculino de “usar y tirar”. Frente al amor romántico, que implica permanencia en el lazo, se eligió un modelo de amor no romántico, un amor de usar y tirar, que huye del sacrificio, del reconocimiento mutuo y de la subjetividad. La actual educación sexual de la juventud es esencialmente pornográfica. No se tiene en cuenta la necesidad de reconocer a la otra parte de la pareja. Las chicas se han masculinizado en sus deseos, según los modelos sexuales de la pornografía. Con lo cual no hacen sino servir al hombre. Quién se lo iba a decir a las feministas radicales, ¿verdad? Juan Ramón González Ortiz
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REVISTA NIVEL 2. NÚM 41. AGOSTO 2025
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