
El
Necronomicón
Juan Ramón González Ortiz
Todos conocemos a Howard Philips Lovecraft, el gran H.P.L., hemos
leído sus obras y hemos disfrutado de ese universo atormentado,
más antiguo que nuestro Sol, poblado por seres monstruosos
y primordiales.
Hoy en día, Providence, cuna de H.P.L, y capital del estado
de Rhode Island, es una ciudad muy bella y visitada pero en 1890,
cuando H.P.L. nació, debía haber sido la ciudad más
provinciana de las ciudades provincianas. Esto significa que desde
el momento en que empezó a hablar hasta que llegó a
la edad de veintiún años, Lovecraft nunca frecuentó
o habló con nadie cuya mente no fuese una persona completamente
simple y vulgar. Su padre, francmasón, murió loco, probablemente
de sífilis, cuando él tenía ocho años.
El
mismo H.P.L. sólo era un niño nervioso y delicado, infinitamente
mimado por su madre. La relación con ella podría tildarse
de complicada, en el mejor de los casos, y es sorprendente que consiguiera
escapar a los angustiosos y freudianos síndromes de inadaptación
sexual. Lovecraft era un lector obsesivo que pasó los primeros
veintiún años de su vida en una biblioteca, leyendo
durante diez horas diarias.
La salud de Lovecraft era pobre: "Sólo estoy medio vivo,
una gran parte de mi energía se consume en incorporarme o andar.
Mi sistema nervioso es una ruina hecha pedazos y estoy totalmente
aburrido y decaído, excepto cuando encuentro algo que me interese
particularmente". No quiso ir a la Universidad, a pesar de su
grandísima inteligencia y cultura.
Resulta sorprendente que no intentara suicidarse como su amigo Robert
Howard, el creador de Conan el Bárbaro, muerto de un balazo
a los treinta años.
Recordemos que H.P.L., habla frecuentemente en su obra de un libro
mágico, que es una verdadera guía infernal, el Necronomicón,
escrito por el árabe Abdul Hazred, que fue devorado vivo, en
el 738 d.C., en una poblada calle de Damasco, a la vista de todos,
por un invisible ser diabólico.
Lovecraft habló al mundo por vez primera de Abdul Hazred en
el año 1921, en el cuento “La ciudad sin nombre”, donde se
le cita como autor de unos “dísticos inexplicables”, los cuales
Abdul Hazred "soñó" en ese mismo lugar al
que se refiere el relato:
“Porque
no está muerto lo que yace eternamente
y con el paso de los eones, incluso la muerte puede morir”.

Libreros, aficionados a la magia, lectores de Lovecraft, anticuarios,…
se lanzaron, y aún se lanzan, a la búsqueda de este
libro.
Desde el primer momento, todos sospecharon que el Necronomicón
era una ficción, que inventó H.P.L., y que atribuyó
a un personaje irreal, Abdul Hazred, “el árabe loco”. De hecho,
ese mismo nombre, Abdul Hazred, era un seudónimo empleado por
Lovecraft desde su infancia.
A este Abdul Hazred, atribuye H.P.L. ser el autor del libro titulado
“Al Azif”, cuya traducción al griego es “Necronomicón”,
o “Sobre la ley de los muertos”. El título de la obra en griego
no se corresponde con el sentido original, pues Al Azif es una onomatopeya,
en árabe, de los ruidos nocturnos, misteriosos y aterrorizadores,
de ciertos insectos zumbadores, semejantes a la carcoma o a los mosquitos.
Según H.P.L. en el año 950, Al Azif, que había
circulado secretamente entre los filósofos contemporáneos,
fue traducido al griego por Theodorus Philetas, bajo el título
antedicho de Necronomicón.
A lo largo de un siglo se sucedieron a raíz de este libro una
serie de espantosas experiencias y fenómenos, por lo cual el
libro fue prohibido y quemado por el patriarca Miguel de Constantinopla.
Tras esto, ya no se volvió a hablar más que muy rara
vez del Necronomicón, hasta que en 1228 Olaus Wormius hizo
una versión en latín, que fue impresa en dos ocasiones,
una en el siglo XV, y la otra en el siglo XVII.
La obra, tanto en su versión griega como en sus traducciones
al latín, fue prohibida por el papa Gregorio IX en 1232, poco
después de ser traducida al latín. H.P.L. afirma que
un ejemplar “secreto”, en latín, está depositado en
la biblioteca de Buenos Aires.
Poco más nos cuenta H.P.L sobre esta obra de tan capital importancia.
Por tanto, sobrevive la pregunta fundamental: ¿existe el Necronomicón
o este es simplemente una ficción suya?
La verdad, es que existen muchos y continuos paralelismos entre las
citas de Al Azif con las de otros magos negros y demonólatras,
incluido, por supuesto, Crowley. Algunas de las realidades lovecraftianas,
reflejan, aunque distorsionadas, los temas más destacados del
Culto de Crowley. Crowley, y la secta de Amanecer Dorado, se refirieron
a menudo a los Grandes Antiguos, que es el nombre que Lovecraft da
a su raza de dioses.
A pesar de todo, H.P.L., sabía de tradiciones mágicas
muchísimo más de lo que nos imaginamos todos.

El estudioso Kenneth Grant, encontró el origen del Necronomicón:
“H.P. Lovecraft, tuvo experiencia directa y consciente de los planos
interiores, y estableció contacto con entes no espaciales.
Además, este escritor rechazó la confrontación
real con entes que son fácilmente reconocibles como los enviados
de CoronzonShugal”
(el "Guardián del umbral", a quien Kenneth Grant
parece identificar con Cthulhu).

“Las máscaras de estos entes llegaban a tener el don de una
claridad tan grande, que ni Lovecraft ni otros fueron capaces de afrontar
lo que se escondía debajo de ellas".
Cree que Lovecraft vacilaba y retrocedía al hallarse al borde
del Abismo que hay entre el séptimo y octavo plano de la existencia
y, como consecuencia, "empleó su vida en un vano intento
de negar los poderosos Entes que lo movían". Kenneth Grant,
que era discípulo de Crowley, afirma estar seguro de que Lovecraft
tuvo conocimiento directo de los "habitantes de la brecha sin
dimensiones entre universos".

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Personalmente opino que toda la magia lovecraftiana fue una revelación
singular, una visión única y personal. Por eso mismo,
porque fue una visión, es una magia alejada de toda liturgia,
mejor dicho: carente de liturgia.
Kenneth Grant habla de las "experiencias ocultas disfrazadas
de ficción" de Lovecraft
H.P.L. dijo que cada noche desde que era niño, veía
cómo llegaban volando unas extrañas alimañas
voladoras que lo capturaban por el estómago y lo llevaban volando
por los aires, por encima de ciudades muertas para después
dejarlo caer en la nada…. Apuesto a que esas “alimañas voladoras”,
que se presentaban puntualmente cada noche, eran iguales que esos
seres con alas membranosas y cuerpos de barril, provistos de una boca
circular dentada, que nos describe en su novela “En las montañas
de la locura”.
A este elemento básico, que es la visión, posteriormente
se le añaden elementos y experiencias surgidos de otras tradiciones:
Arthur Machen, Crowley, John Dee,..
Para mí, el Necronomicón es esa amplísima red
de información oculta sobre esos seres de pesadilla que moraron
en humanidades anteriores, cuando el ser humano ni siquiera era humano.
Ese conjunto de leyendas, retazos de historias, presencias malignas,
datos sobre su evocación e invocación … desparramados
en desorden por su obra literaria constituye el Necronomicón.
Lovecraft repite que todos esos sobrenaturales y atormentados escenarios
no son ninguna fantasía. Él aceptaba su papel de sacerdote.
Lovecraft era un sacerdote totalmente insatisfecho que sabía
que sus “invenciones” no eran sus "invenciones".
Gran parte de la sabiduría sobre las antiquísimas mitologías
de Lovecraft está basada en una moderna tradición mágica:
la obra de Madame Blavatsky. H.P.L. había indicado que Madame
Blavatsky habla de "ruinas ciclópeas y piedras colosales"
en “La Doctrina Secreta”, vol. 2. Y “La Doctrina Secreta” es, básicamente,
un inmenso comentario sobre "el más viejo manuscrito del
mundo", “Las estancias de Dzyan”. Madame Blavatsky aseguraba
poseer el Libro escrito en "una colección de hojas de
palma que, mediante un proceso desconocido, son impenetrables al agua,
al fuego y al aire”.
Se trataba de una serie de versos, o "estrofas", narrados
en términos bastante difíciles de entender y alegóricos,
acerca de cómo una vez la Tierra estuvo poseída por
extraños seres caóticos e increíbles monstruos,
en tiempos incalculablemente antiguos. En varios de sus cuentos, Lovecraft
hace referencia a “Las estancias de Dzyan” y a fragmentos tales como:

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"...las llamas vinieron... Rodearon a las Formas que tenían
dos y cuatro caras. Combatieron contra los HombresCabra y los Hombres
con Cabeza de Perro, y los de cuerpo de pez... (Ellos)... poseyeron
a los gigantes animales hembra. Y les engendraron razas mudas... Engendraron
monstruos. Una raza de monstruos cubiertos de pelo rojo ensortijado
andando a cuatro patas... Construyeron ciudades gigantescas de tierras
raras y metales... Tallaron sus propias imágenes, a Su imagen
y semejanza, y las veneraron... vinieron las primeras grandes mareas.
Se tragaron los sietes grandes islas, las serpientes que volvieron
a descender, que hicieron las paces con el Quinto, que lo enseñaron
e instruyeron..." (extracto de las estancias 2, 8, 11 y 12).
Para acabar, el doctor Hinterstoisser (muerto relativamente no hace
mucho pues fue en 1977), afirma taxativamente que el Necronomicón
no es ninguna quimera sino un libro real y existente. Fíjate
bien, por favor, en la última frase de este párrafo:
"El Necronomicón no es sólo una obra escrita por
un hombre, sino una compilación de material mágico de
Acadia, Babilonia, Persia e Israel hecha probablemente por Alkindi
(Ya’kub ibn Ishak ibn Sabbah al Kindi que murió alrededor del
año 850 de nuestra era).
Contiene
una tradición mágica que precedió a la especie
humana"
Hintertoisser dice que el Necronomicón original, en su mayor
parte, deriva de una compilación proveniente de las tablas
de la biblioteca de Asurbanipal. Parece ser que esa compilación
contenía una inmensa cantidad de material que ahora sería
considerado como científico o filosófico (por ejemplo,
una larga sección dedicada a la naturaleza del hombre), así
como capítulos que trataban de astrología, alquimia,
conocimiento de los colores y realización de talismanes. Pero,
según el doctor Hintertoisser, había una parte titulada
"De la historia de los Antiguos", y esa parte constituye
la base, el núcleo del Necronomicón.
El Dr. Hinterstoisser, dijo haber visto una copia verdadera del antiguo
texto del Necronomicón en cierto lugar de Boston.
Juan Ramón González Ortiz