Más
allá de las puertas de la muerte
(I)
Juan
Ramón González Ortiz

“Esta
vida que yo vivo
es privación de vivir;
y así, es continuo morir
hasta que viva contigo.
Oye, mi Dios, lo que digo,
que esta vida no la quiero;
que muero porque no muero”
San Juan de la Cruz
Al
Tirmidhi,
“Morid antes de morir, y pedíos cuentas a vosotros mismos antes
de que se os pidan”.
Voy
a intentar explicar hasta donde pueda el libro del Bardo Todol, que
es un libro pensado y escrito por iniciados, y destinado a iniciados.
Si me atrevo con este trabajo que me he propuesto, que es nada más
y nada menos que desentrañar el Bardo Todol, es porque
tenemos una inapreciable guía, un impagable libro de Sogyal
Rimpoché, que fue secretario del Dalái Lama.
Un
libro explicaciones y comentarios, un verdadero y valiosísimo
libro- tesoro, un libro en el que se desmenuza el Bardo Todol.
El
libro de Sogyal Rimpoché se llama, “El
libro tibetano de la vida y de la muerte”, Editorial
Urano, primera edición en 1992.
Este
libro es un extraordinario y asombroso comentario del Bardo Todol.
Que vamos a morir es lo más valioso que podemos estudiar pues
es lo único que sabemos de nuestras vidas. Nada más.
Todo lo demás es silencio.
I
Muerte por accidente
Es la más violenta y confusa de las muertes, porque aquí
la vida no se va apagando, sino que en un abrir y cerrar de ojos la
conciencia es proyectada, de golpe, a una situación nueva y
desconcertante.
La confusión también depende mucho del tipo de muerte
instantánea que esa persona experimente. No es lo mismo un
incendio, que un accidente de tráfico.
Los supervivientes insisten todos en que cuando se desencadena el
accidente, el tiempo se alarga, se dilata más allá de
toda comprensión, se ralentiza, entonces contemplan el devenir
de toda su existencia como quien asiste a una sesión de teatro.
Todo
esto sucede en el instante del choque o del desastre.
Esto nos revela que la primera característica del mundo de
la muerte es que en el mundo del más allá el tiempo
es inexistente, o bien es otro tipo. Tal vez, extremadamente lento.
La segunda característica es la introversión con respecto
a uno mismo y a la propia vida.
Si el difunto accidentado tiene conocimientos previos sobre el más
allá, por ejemplo, si solamente asististe un día de
tu vida a una conferencia sobre estos temas, tu mente recordará
lo dicho allí, y eso te basta para enfrentar la nueva condición
con más garantías éxito que el que nunca oyó
ni estudió enseñanza alguna sobre el Más Allá.

El maestro Sogyal Rimpoche insiste en que las almas más desorientadas
son precisamente estas, porque en un instante han pasado de una condición
a otra que no solo es totalmente desconocida, sino que es radicalmente
opuesta a lo que es la experiencia de la vida material.
Lo normal para las personas sin conocimientos previos sobre lo que
atañe al más allá es retornar sus hábitos
y costumbres, es decir, seguir la misma rutina que si aún estuvieran
vivas.
Los
difuntos que provienen de muertes repentinas o de accidentes son los
que mayor atención requieren debido a su confusión ante
su situación inexplicable e inesperada.
Necesitan de veras ser guiados.
La variedad de situaciones del difunto es múltiple: incluso
el difunto puede llegar a percibir la luz clara, la llamada “Luz Clara
del Vacío”, según la denomina el Bardo Todol. Pero en
el caso de una muerte repentina, esto es muy poco frecuente pues,
debido al choque inesperado, pues ni el cuerpo ni la mente están
preparados para enfrentarse con la certeza de desencarnar.

II
Muerte por enfermedad
Hay muchísimos tipos de muerte por enfermedad. Y muchísimos
tipos de moribundos.
Todos nosotros, aun estando sanos somos moribundos. Y, aunque no suframos
enfermedad alguna, todos sufrimos la enfermedad de la vida.
En el caso de muerte por enfermedad, hay que tener en cuenta dos cosas
principalmente: primero, la preparación previa del difunto,
exactamente igual que en el caso de las muertes por accidente, o de
las muertes súbitas. Y segundo: el nivel de claridad mental,
o sea, el estado de lucidez y atención que el enfermo puede
mantener.
Es
decir, si tiene la conciencia alterada o no por fármacos, o
por las características de su enfermedad.
Lo ideal es que el moribundo se encuentre en un ambiente tranquilo
y sereno, donde se le pueda asistir adecuadamente por los familiares,
que deberán mantener un ambiente de serenidad y tranquilidad.
Que los familiares mantengan esa paz y esa tranquilidad en torno al
enfermo es hacer muchísimo por él.
La ayuda que se le puede brindar al moribundo o difunto dependerá
de su estructura mental previa, es decir si es creyente, ateo, etc.
Esto es muy importante. Quien no aprecia el chamanismo no se le puede
ofrecer un chaman y ayahuasca, quien no estima el Budismo no se le
puede presentar un lama como auxilio en ese trance…

III
Muerte natural
Es la que es producida simplemente por la vejez.
Debería de ser la más deseable y la más frecuente,
pero, sin embargo, es la más rara.
La muerte natural se caracteriza por un colapso progresivo de la energía
de la vida.
Aunque
se puedan padecer enfermedades, ninguna de ellas es la causa directa
de la muerte. Simplemente, la energía de la vida se va debilitando
hasta que al final es incapaz de mover el cuerpo.

IV
Los cinco elementos de la Vida
Todos los sistemas antiguos orientales tienen un muy detallado estudio
del fluido vital que recorre el cuerpo, así como de sus alteraciones.
Que es lo que llamamos enfermedad. Ayurveda, Kundalini yoga, Tai Chi,
Pranayamas, Artes Marciales Tradicionales, etc., han desarrollado
una teoría muy profunda sobre la salud, el envejecimiento y
la muerte.
Pero también nuestros primeros sabios, en Europa, desarrollaron
una enseñanza muy semejante, basada en el conocimiento de la
naturaleza y sus ciclos, así como en la armonía y el
equilibrio interior de los cinco elementos.
La enseñanza sobre la salud y la naturaleza de Hipócrates
o de Galeno, de Heráclito, Empédocles, Parménides,
Pitágoras hasta llegar al gran Paracelso nos demuestran que
no tenemos nada que envidiar a Oriente y que nuestra tradición
es igual de profunda y de sabia.

En las enseñanzas tradicionales sobre la muerte se nos explica
que el moribundo primero pierde la fuerza del elemento tierra, después
viene la disolución del elemento agua; después la pérdida
del elemento fuego y a continuación del elemento aire. Finalmente,
el difunto pierde su elemento éter, lo que en Oriente se llama
Chi o KI, definitivamente.
El Bardo Todol nos explica que el moribundo siente el proceso de su
desvitalización ascendiendo chacra por chacra, en su columna
vertebral. La audición, relacionada con el chacra laríngeo,
es el último sentido corporal en perderse. El difunto habrá
de refugiarse, entonces, en el chacra ajna (entrecejo), que concede
la clarividencia o visión interior, para finalmente elevarse
hasta el chacra sahasrara, donde tiene la experiencia sublime y emocionante
de encontrarse con la Luz Clara del Vacío. Todo esto según
el Bardo Todol, claro está.
Lo peor que le puede suceder al difunto es la desorientación,
la confusión con respecto a su nuevo estado.
Según
el Bardo Todol, el difunto intensifica su psiquismo de siete a nueve
veces más que en su vida ordinaria, debido a que se desprende
de sus sentidos físicos, y, además, su clarividencia
o visión interior aumentan considerablemente.
Los
familiares y seres queridos
Lo normal es que se produzcan escenas de desconsuelo, confusión,
ignorancia. Da igual que ese desconsuelo sea íntimo y nadie
repare en él. Al muerto no lo podrás engañar.
Él será consciente del horror, de la tristeza y del
dolor creados.
En caso de que el difunto no se haya preparado para la experiencia
que ahora está teniendo lugar, estos sentimientos tan negativos
que él percibe le afectarán tanto que acabará
generando idénticos sentimientos, que le confundirán
y lo cegarán…
La verdad es que no podemos afrontar los misterios de la muerte y
la vida desde una perspectiva meramente racional, eludiendo o negando
constantemente la naturaleza de nuestra alma y de nuestro espíritu,
con los elementos que les son propios.

En el estado de muerte, es importantísimo recuperar la máxima
claridad y atención.
Si hemos llevado una vida en la cual hemos vivido dedicados a la atención
plena, muy rápidamente recuperaremos esa condición de
nuestra mente. Mirando con atención nuestra mente recuperaremos
la lucidez de una conciencia clara, una conciencia purísima
y diamantina que puede unir la finito y lo infinito, de la misma manera
que en nuestra vida material la atención mediaba entre cuerpo
físico y el psiquismo.
El llamado tránsito finaliza con la pérdida del último
elemento de la vida: el Ki, o Chi. Ya lo vimos.
Entonces
el difunto alcanza la visión de la luz situada el Chacra Sahasrara.
Esa es la Luz Clara del Vacío.
En el Bardo Todol se nos dice que lo que el difunto identifica como
luz es el encuentro, metafóricamente hablando, de la Madre
Clara Luz con su hijo.
Dicha luz no es más que nuestra conciencia, en sí misma
luminosa.
Es
nuestra propia conciencia original, primordial e incontaminada, la
cual, en el momento de la defunción, al desprendernos del cuerpo,
esa conciencia, experimenta por sí misma su plenitud original.
En el budismo relacionan esa luz con la naturaleza propia del Buda,
con la naturaleza de Dios, y de ahí el que en sus enseñanzas
afirman que todos poseemos esa naturaleza del Buda o iluminación.
En ese estado, la atención plena es necesaria para cualquier
difunto para que no pierda esa inmensa oportunidad cósmica
de reconocer ese estado, el cual nos debe llevar al conocimiento de
que nuestra propia y personal conciencia en su estado puro y original,
en su esencia, es esa maravillosa divina Luz, que es la conciencia
de todos los Budas.
Que es como decir la propia consciencia de Dios. Esta experiencia
es una revelación extraordinaria, celestial y única.
Démonos cuenta de que esta maravillosa experiencia transcurre
en los primeros instantes del proceso del estado post mortem….