Más allá de las puertas de la muerte III
Juan Ramón González Ortiz

revista nivel 2
La rueda del samsara (continuación del capítulo II)
La conciencia despierta no es solo la conciencia alerta y permanentemente vigilante. Es mucho más que eso.

La conciencia despierta es la conciencia que percibe que sujeto y objeto forman parte de la misma realidad indivisible.

La conciencia por tanto es trascendente porque está por encima tanto del contenido percibido como de la temporalidad o de las formas, físicas o psíquicas, percibidas.

 


La Luz Clara del Vacío nos muestra de un modo nuevo e inexpresable la realidad de nuestro cuerpo, e incluso nos enseña cómo la ley del karma opera en nosotros describiéndonos, sin palabras, el misterio de la Rueda del Samsara y del Karma.

 


La rueda del samsara nos enseña que si no hay evolución instantáneamente se genera involución.

 


En la representación gráfica de la rueda del samsara están ilustrados los dioses, los semidioses, los seres humanos, los animales, los pretas o espíritus siempre hambrientos y los seres infernales, o narakas.


Incluso los dioses pueden involucionar si no se trasciende ese mundo.

 

Si la conciencia de un dios queda apegada y condicionada por una situación que, vista de fuera, es satisfactoria, esa conciencia ya se ha sometido a la búsqueda del placer y a lo temporal, y por tanto ya está en el samsara girando.
Tanto el samsara como su destrucción con el nirvana no son sino creaciones mentales.

 

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La diabólica figura que imprime su veloz dinámica en la rueda del samsara no es sino el tiempo.
Cuando morimos la Luz Clara nos muestra los vaivenes de nuestra vidas, eso que llamamos éxitos y fracasos, pero desde el punto de vista de nuestra conciencia. Ya lo entenderemos cuando muramos,
Todas estas enseñanzas sobre la Luz Clara, yo sé que, en el fondo, nos desilusionan, pues nosotros lo que buscamos es “la purga Benito”: algo que sea muy sencillo y que nos valga para todo, y que además nos exija muy poco esfuerzo.
En nuestra propia mente es en donde abrimos y cerramos nuestras opciones, nuestras perspectivas y todas las diferentes visiones que nuestra humanidad puede dar de sí.

 


Reconocer la Luz Pura o la Luz Clara requiere que seas capaz de reconocer la naturaleza de la mente.

En ese reconocimiento surge la autoconciencia de uno mismo.

 


Los hábitos cotidianos, los dogmas, las creencias, etc. cierran nuestra mente y nos proporcionan la fantasía del “yo” o del “mi”. En el momento de la muerte, el difunto se encuentra con la Luz Clara pero es incapaz de reconocer la naturaleza esencial de la mente que se le presenta y mucho menos puede mantenerse o establecerse en ella, incapaz de reconocer su propia esencia. De ahí la importancia de la meditación, la contemplación y la autoconciencia.

 


Puesto que el difunto no puede mantenerse en la Luz, no le queda más remedio que retornar al samsara, al giro endemoniado del samsara.

 


No tenemos ni idea de lo que es contemplarse uno a sí mismo. Estamos totalmente llenos de condicionamientos aunque creamos que estamos por completo “liberados” de ellos.

 

 

Por tanto, no conocemos nuestra naturaleza esencial, que es, lo repito una vez más, La Clara Luz del Vacío.

 


Nuestra mente ordinaria nunca será capaz de reconocer al Luz Clara, así perderemos la posibilidad de un incontenible avance espiritual, logrado, curiosamente, tras la muerte.


Nuestra mente es algo así como si fuera un pajarito que nace ya en su jaulita cree que su naturaleza son los barrotes, y sus alitas dos curiosidades anatómicas pues nunca las ha usado: para el pájaro no existe ninguna otra realidad imaginable fuera de la jaula.


Cuando la muerte nos libera de la jaula, esa liberación no nos vale de nada.

 

Es más, solo sentiremos una emoción cercana al temor o a la inquietud, mezclada sin lugar a duda con alegría y júbilo.


Por eso es necesaria la meditación pues es la gimnasia necesaria para que nuestras atrofiadas alas se desentumezcan y echen a volar.

 

Después de la vivencia de la Luz Clara
Yo creo que esta es la parte más difícil de explicar del Bardo Todol, debido a sus extraños simbolismos, muchos de los cuales solo podría desentrañarlos un iniciado.


Recordemos que algunos pocos, que lograron reconocer en vida su conciencia, en el momento de la muerte se liberan automáticamente de muchísimos de los condicionamientos a los que estamos sometidos los demás. Estos serían los Tulkus.

 

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Segunda posibilidad, que el difunto después de experimentar con mayor o menor conciencia la Luz Clara, o su estado original, no consiga liberarse. Entonces, pasará a experimentar el «bardo de la verdad en sí». No olvidemos que “Bardo” equivale a ’tránsito’.
Tras la experiencia de la Luz Clara caemos en un estado semejante al trance del sueño profundo, cesando también toda actividad psíquica. Este desmayo dura tres días. Después, durante otros tres días, el difunto hace una recapitulación de su vida.

 


Como ya hemos dicho antes, respecto a estas extrañas indicaciones temporales, la experiencia en el Más Allá es intemporal, no cronométrica.


Las personas que no reconocen la Luz Clara, pasan casi de inmediato a la reactivación de su psiquismo, dando paso al «bardo de la verdad en sí». Este paso muestra la realidad psíquica del difunto y coincide con la recapitulación de la existencia citada también en la tradición occidental.


Este periodo o tránsito es sumamente importante. Aquí la tradición occidental ofrece diferentes versiones pero todas ellas se encaminan hacia un «juicio personal», que van desde un juicio con la ley divina como base hasta un juicio solemne conducido por los Señores del karma, en el que se dictamina el futuro del difunto, barajándose principalmente tres opciones:

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1. vacaciones celestiales en un balneario celestial,
2. regreso a una nueva existencia,
3. o vacaciones infernales en un balneario con balsas de fuego líquido.


¿Cómo se produce este examen o juicio? Ni siquiera nosotros podremos evaluarnos adecuadamente si durante nuestra existencia no hemos desarrollado la capacidad de reflexión y discernimiento sobre nosotros mismos.


Cuando en vida nos enjuiciamos, nuestra obsesión es siempre auto justificarnos y salvar nuestro yo personal. Ignoramos que con la muerte alcanzamos la liberación de la conciencia, asimismo ignoramos también que el posterior encuentro con la Luz Clara nos ofrece la oportunidad de vernos tal y como somos, sin condicionamientos, sin ideas falsas, previas.

 

Por tanto, en la medida en que nuestro encuentro con la Luz Clara sea más profundo y más hondo, más lúcida y comprensiva será el conocimiento de nuestra naturaleza.


Evidentemente, el que en vida alcanzó su Luz Clara, que no es otra cosa que nuestra Conciencia Original, ya sabe cómo es, y conoce su realidad oculta y verdadera, y se contempló a sí mismo de pies a cabeza tal y como es. Por eso, su liberación es segura y si no, un renacimiento especial está asegurado para él.
Los que aún tenemos “asignaturas pendientes” tendremos que enfrentarnos a una especie de examen final que dé la medida de nuestros avances en el proceso de ir hacia adentro. Pocos puntúan con el sobresaliente, algunos obtienen un notable o un bien. La mayoría obtenemos al aprobadillo. Lamentablemente, muchos, demasiados, suspenden por falta de autoconciencia.

El «bardo de la verdad en sí»
Tras un período de dormición o desmayo, el alma despierta de nuevo y se reactiva su actividad psíquica. Es como si el alma regresase a la tierra, al agua, al fuego, al aire, al éter, pero volviendo primero al éter.

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Simbólicamente hablando, los cinco elementos se representan en el Bardo Todol por los cinco Dhyani Budas.
A cada uno de los cinco Dhyani Budas les corresponde un elemento y un reino del samsara.
La rueda de nacimientos y muertes, recorriendo todos los reinos del samsara, tiene algo de mecánico, tal es nuestra falta de conciencia. Liberarse del permanente transitar de un espacio a otro exige en primer lugar comprender muy bien el funcionamiento de la rueda del samsara.
Cuando el lama percibe que el difunto ha salido ya del desmayo, le advierte de que esté muy atento a las tendencias que su karma ha creado, pues estas tendencias serán las que le hagan identificarse con ciertos colores con ciertas vibraciones, con ciertos sonidos…
Entonces, aparece el mismísimo Buda Vairocana y le dice al difunto,

“Sentirás miedo y angustia, a causa de tu mal karma. Por el contrario, la tenue luz del mundo de los dioses te atraerá de modo agradable... En ese momento no tienes que temer a la luz azul clara, brillante y transparente; es la luz de la suprema sabiduría. ¡No temas, no temas nada!”.


Juan Ramón González Ortiz

 

 

 

 

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REVISTA NIVEL 2. NÚM 41. AGOSTO 2025

 

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