Simulación
de vida
Por Juan Ramón González Ortiz

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Jung
afinó el sistema del psicoanálisis freudiano centrándose
en una siniestra entidad a la que llamó la sombra. Esa sombra no
es algo inconsciente, como podría ser el concepto de subconsciente
en Freud, sino que es algo de lo que somos totalmente conscientes. Es
más, es una entidad más real y más verdadera que
nuestro yo, pues la sombra nunca miente, es el yo quien miente acerca
de las motivaciones de la sombra. Nuestra negación a iluminar y
comprender esa sombra es lo que nos transforma en personalidades anómalas
y muchas veces es el origen del mal en nosotros.
Personalmente, opino que el momento supremo en la vida de cada uno de
nosotros es cuando decidimos enfrentarnos a nuestra sombra, liberándonos
de ella y liberándola a ella.
Entonces, como en todos los momentos supremos de la vida, estamos solos
y hasta parece que Dios nos ha dado la espalda y que se alía con
las potencias del mal. Pero así tiene que ser. Tiene que ser una
victoria agónica, no puede ser una victoria olímpica, y
fácil, como dicen que fue la de Julio César contra Farnaces.
Como en El retrato de Dorian Gray hemos elegido mantener a buen recaudo
nuestra sombra, porque somos muy conscientes de su existencia, al tiempo
que atesoramos una secreta e irreprimible atracción por nuestro
yo siniestro. El mito de los hermanos gemelos, uno bueno y otro malo,
tal y como nos lo presenta Poe, es la representación literaria
de que viajamos con la sombra a cuestas.
Por supuesto tenemos también la genial obra de Stevenson, la de
míster Hyde y el doctor Jekyll. El protagonista de esta novela
advierte que su personalidad está constituida por dos partes y
que las dos son verdaderas e inseparables.
La sombra, o sea, mister Hyde, contiene una gigantesca cantidad de energía.
Se trata de toda la energía que se ha ido estancando y derivando
hacia el escondrijo de la sombra.

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Es
más, mister Jekyll descubre que es mucho más perverso y
más osado de lo que él mismo siquiera podía pensar.
Exactamente igual pasa con Dorian Gray.
Frente a esta triste realidad, como consuelo, evocamos la teoría
marxista que nos dice que el mal no crece en nosotros por nosotros, sino
que la sociedad nos ha pervertido. Pero la teoría de Marx no es
sino un nuevo tipo de mesianismo, uno de tantos. Eso sí, esta vez
acompañado de barbarie y de una cruel venganza.
Rousseau fue el primero en disculparnos, aunque él se acusase de
delitos que nunca había cometido, como, por ejemplo, el famoso
abandono de sus cinco hijos en un hospicio. Algo que nunca existió.
Rousseau es incapaz de mirar dentro y de admitir la verdad: ¡cómo
reconocer gustosamente que alimentamos la brutalidad, la perversión
y el amor a la des
Representación artística agujero negro
Michael McAleer.
La
sombra es “absorbida” por el alma.
El alma es “absorbida” por el espíritu.
trucción!, y que la sombra viaja con nosotros desde el mismo momento
en el que empieza a surgir nuestra personalidad.
Actualmente, cada vez hay menos impulso social para clarificar la sombra
que todos portamos. Al contrario: esa especie de inmersión en lo
femenino que se reclama por parte de activistas y grupos políticos
no es sino un retorno al caos, en contraposición al elemento masculino
que intenta regular el maremágnum de la conciencia.
La sombra es aquello que ocultamos bajo la afirmación de “todo
el mundo lo hace”, o bien “todo el mundo es igual”.
La sombra es el escondido culto al dinero que todos practicamos, la sed
de venganza, la cobardía, la vagancia, el brutal egoísmo,
el deseo de poder, las inconfesables fantasías, la avidez por
las cosas, el chantajismo emocional, … La sombra se manifiesta siempre
que reaccionamos en demasía a algo: un chiste, una broma, una
observación, una mala calificación, un contratiempo, un
diagnóstico, …
También tenemos a la sombra actuando cuando identificamos como
el origen de todos nuestros males a “los conservadores”, o
a “los hombres”, o a “las mujeres”.
Rilke nos dice que,
Solo quien ha levantado la lira
cantando entre las sombras,
intuirá y tañerá la infinita alabanza,
y podrá seguir mirando hacia delante.
Solo
quien haya comido
las adormideras con los muertos
jamás dejará de escuchar
el sutil sonido de la más oculta armonía.
Iluminar la sombra es completarse a uno mismo.
Ha de ser la tarea de nuestra vida.
La percepción particular que tenemos de que todo lo que criticamos
en los demás son rasgos que existen en nosotros y que nos repelen
es cierta. Eso es la sombra.
El odio y disgusto que nos causan ciertas personas se debe a que tratamos
de defendernos de esos aspectos odiosos o malvados que identificamos en
nosotros mismos: los celos, el odio cerval, la frialdad, la altanería,
etc.

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Es
decir, es un descubrimiento que realizamos en nosotros a través
de los otros.
La tensión de la sombra lo invade todo, pero fundamentalmente afecta
al rencor entre hermanos. De hecho, Jung nos recuerda que en la literatura
la imagen de la sombra siempre toma el aspecto de un hermano, por ejemplo,
en el cuento de Hoffman El elixir del diablo. O en el mito griego de los
Dióscuros, en el que uno de los gemelos es mortal y el otro inmortal.
Jung escribe:
“Nosotros mismos somos Dióscuros: uno mortal y el otro inmortal.
Sin embargo, aunque permanezcamos siempre unidos jamás podremos
llegar a ser uno mismo. Preferimos ser “yo”. Y nada más
que eso. Para eso debemos enfrentarnos a ese enemigo interno, o a ese
amigo interno, dependiendo de cuál sea nuestra actitud”.
La sombra es una entidad autónoma, una entidad negativa formada
por el agregado de todos los aspectos que negamos en nosotros mismos.
Frecuentemente la conciencia de la sombra nos causa tal desesperación
y tal insatisfacción que tomamos decisiones, siempre equívocas,
solo por huir de este sentimiento de inferioridad que causa en nosotros
esta entidad.
Yo mismo en mi juventud, más bien en mi adolescencia, opté
por hacerme militante comunista. La creencia en una revolución
social era el resultado de una fantasía compensatoria. Pretendía
huir de mi sombra, pretendía que el comunismo moldeara y arreglase
mi interior disciplinando mi parte oscura.
Vana tarea.
Se trataba de una rebelión contra mí mismo. Verdaderamente,
no tenía interés en los pobres ni en la justicia social,
sino en mi yo interno. Me gustaba el dinero tanto como a todos, pero eso
no se lo podía decir a nadie. Curiosamente, yo intuía que
a todos los que constituíamos el grupo comunista del que formaba
parte les pasaba lo mismo, pues a veces caían en lapsus muy evidentes
y muy sospechosos. Todos pensábamos que si fuéramos nosotros
los que tuviésemos el dinero, todo cambiaría. Claro que
todo cambiaría: evidentemente, el pueblo hubiera sido aún
más pobre y nosotros aún más ricos. Así ha
sido siempre, hasta ahora.
Los ríos van a la mar, y la mar nunca se llena….
Ahora echo la vista atrás y veo que, durante veinte años,
nada más y nada menos que veinte largos años, he sido un
total siervo de la ideología comunista solo porque me entregué
a ella en la adolescencia por motivos absurdos y románticos. Gracias
a Dios, pude reaccionar y saber el porqué de mis elecciones.
¿Cuántos como yo habrá que se han esclavizado a una
doctrina a la que arribaron en una edad en la que ni siquiera sabían
cómo se hacían los niños?
Soy de la opinión de que hay que dejar morir todas las ideologías
para saber bien qué hay dentro de uno, pues uno más es más
que la ideología con la que se ha camuflado.
Tú que me lees, no pierdas el tiempo. Deshazte de tus mecanismos
de escape y descubre la verdad de tu sombra. Porque cuando lo hagas descubrirás
que no solo es tu aliada sino también tu ángel guardián.
No serás nada en el camino del auto conocimiento hasta que no descubras
tu sombra.
Juan
Ramón González Ortiz
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