El
plan de estudios de la vida a la luz de la Teosofía
Juan
Ramón González Ortiz

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El
ser humano pasa a lo largo de sus innumerables existencias por una serie
de puntos críticos. Estos son los que aseguran y condicionan su
evolución, llevándonos a una dimensión desconocida
e insospechada por el propio humano.
• El primer punto crítico, el fundamental, la base de todo,
la columna que permitió alzarnos del suelo, fue la iniciación
del ser humano, obteniendo un cuerpo causal. No olvidemos que este cuerpo
fue fabricado por un iniciado venido de las mismísimas entrañas
del corazón místico del Sol, el Ángel Solar, el cual
logró la hazaña de individualizarnos del mundo animal.
• El segundo punto crítico es la llamada “La conversión”.
En este punto el ser humano decide cambiar de vida y de propósito,
y decide acabar con su natural egoísmo y con una larga serie de
vidas centradas en sí mismo, y en su provecho. En este punto el
ser humano decide unirse a otra corriente, la que le lleva a abandonar
su propia naturaleza para enfilar el camino que conduce al quinto reino.
Es un giro de 180 grados para unirse a la voluntad divina.
• El tercer punto, el último, tal vez sea el más importante.
En él, el ser humano entra en un portal llamado “La Iniciación”
y es admitido en las filas de la Hermandad de Maestros y de seres iluminados
llamada “La Jerarquía”. Esta entrada en la Fraternidad
de maestros equivale a lo que en la Religión Cristiana se le llama
“salvarse” o “ser uno de los elegidos”. Una vez
que el ser humano ha alcanzado este punto, tiene la casi absoluta seguridad
de con el tiempo y con un esfuerzo constante llegará a la etapa
de evolución prevista para nuestra cadena.
En el presente artículo nos vamos a centrar en el segundo punto
crítico. Ya tratamos en otro artículo el tema del Cuerpo
Causal a la luz de la Teosofía, y allí se describe lo que
fue la consecución del estado humano y cómo se formó
el Cuerpo Causal o Loto Egoico o Cuerpo del Alma.
Toda
la vida es un enorme y complicado programa de enseñanza. Consta
de tres niveles, exactamente igual que todos los planes de estudios en
casi todos los países.
Ya hemos dicho que no nos vamos ocupar del primer nivel, que sería
equivalente al de Pre escolar.
El ser humano ha de esforzarse en comprender que la vida en su conjunto
no difiere del sistema que se sigue en una institución educativa,
con sus exámenes, sus cursos, sus naciones, sus alumnos repetidores
y también con los alumnos perezosos, y con los estudiantes extraordinarios
que incluso acaban sus estudios antes de tiempo.....
Inicialmente, la divinidad se proyectó hacia abajo, hacia la materia,
hasta su punto más último y recóndito.
Este momento constituye el arco descendente de la fuerza divina. En esta
etapa, el espíritu, sumergido también él mismo en
la materia va adaptándose a su envoltura y aprende cómo
recibir impresiones y percepciones a través de un vehículo
tan denso.
Una vez que el espíritu ha llegado al punto máximo de penetración
en la materia, empieza el arco ascendente.
Esta etapa de ascenso consta de dos fases, más o menos duraderas.
En la primera fase de ese arco, el espíritu aprende a dominar la
materia, considerándola como una expresión de sí
mismo.
Durante la segunda fase, el espíritu discrimina ya perfectamente
lo que son percepciones de la materia y de la divinidad y, además,
el espíritu, ya ha despertado sus potencias interiores gracias
a las cuales puede servir a la Divinidad y al resto de los seres humanos.
El
objeto de esta evolución que nos ha sido trazada no es otro que
lograr que un pequeño y molesto ego acabe siendo el perfecto vehículo
de la Mónada.
Para
llegar a este estado hay que comprender que la personalidad no es el verdadero
ser humano, sino que esta es simplemente algo transitorio y deleznable.
La personalidad es un manojo de conductas condicionadas por nuestra constitución
astral y por nuestras primeras experiencias sociales. Esto choca frontalmente
con todas las enseñanzas mundanas sobre la constitución
del ser humano y su papel en el mundo. Es preciso darse cuenta de que
la gran mayoría de la humanidad vive para alimentar y satisfacer
su personalidad y que es horrible pretender que sea toda la sociedad e
incluso todo el universo quienes se ajusten a nuestra personalidad.
La personalidad es el principal mantenedor de nuestro pequeño ego.
Por eso, para progresar, toda persona ha de vaciarse de su personalidad.
A pesar de todo, en los primeros pasos en el camino de la evolución
forzosamente nos tendremos que valer de la personalidad, pues es el único
vehículo psicológico que inicialmente poseemos. Pero el
uso de la personalidad ha de ser un uso controlado y regido por los valores
a los que queremos acercarnos.
Así, cuando emprendamos una acción, hemos de preguntarnos
íntimamente:
“¿Esta acción que voy a iniciar, me beneficiará
a mí como poseedor de un Alma, o solo le traerá satisfacción
y placer a mi personalidad?”
Cuando nos hayamos hecho esta pregunta varias veces, en seguida nos daremos
cuenta de que lo que nos beneficia como seres dotados de un Alma es, precisamente,
lo que beneficia a la sociedad y en su conjunto a toda la raza humana,
sin excepciones. En consecuencia, vamos aprendiendo que el camino interior
consiste en olvidarse de uno mismo y desear de veras todo lo que pueda
mejorar al conjunto de la humanidad.
En
definitiva, podríamos decir que todo cuanto contribuya a unir y
a elevar espiritualmente a la Humanidad es beneficioso y todo cuanto sea
absolutamente materialista y además contribuya a separar, enfrentar
y desunir es nefasto y negativo para el ser humano.
Una
vez que uno considera este comportamiento como la norma fundamental de
su vida comprende que todos los pensamientos de odio, envidia, separatismo,
antipatía, crueldad, etc. están dictados por el egoísmo
particular que se afinca en los estratos más bajos de nuestra personalidad.
Son pensamientos inarmónicos que en absoluto tienden hacia el prójimo
salvo para despreciarlo.
Así pues, colaborar con la voluntad de Dios, cumplir su Voluntad,
tal y como dicen las oraciones cristianas, es
SissiEmperatriz.
descartar cualquier pensamiento de autoglorificación o de beneficio
personal para desarrollar ideales sublimes y provechosos para toda la
humanidad.
Esto que parece tan fácil y tan poco meritorio es en extremo difícil
y requiere varias vidas de lucha contra el personal egoísmo. Pues
el egoísmo es una fuerza gigantesca y es agotadora la batalla por
someterlo.
Basta con que miremos seriamente dentro de nosotros mismos y encontraremos
malas tendencias que han crecido libremente durante años y años,
incluso durante vidas y vidas, sin que hayamos hecho nada por superarlas.
Sin embargo, la divinidad nos ha provisto de una ayuda inestimable. A
cada vicio le corresponde una virtud. Esa es la vía de escape.
Una vez que identifiquemos esa mala cualidad de la que queremos liberarnos
no hay más que determinarse a cultivar la virtud contraria. Aunque
eso nos cueste molestias, sinsabores, privaciones, burlas, … Hay
que seguir ese camino al precio que sea.
Puede ser que obrar tan noblemente nos exponga al engaño o al abuso
ajeno. Sí. Puede que eso suceda. Peor eso importa muy poco. Más
vale que nos tomen el pelo y que nos engañen que no seguir rodando
por el camino de la malicia, o del egoísmo, la ira, o la vaguería.
Siempre que uno tiene una mala cualidad tiene también una total
inexistencia de la cualidad contraria. Así de simple.
Una vez que uno emprende el camino de la voluntad del Padre no solo ha
de desarrollar las cualidades buenas, sino que también ha de impedir
que las malas cualidades rebroten. Y esto se hace llenando por completo
ese vacío en la personalidad con paletadas y paletadas, casi diríamos
toneladas, de virtudes.
Por “vacío” en la personalidad queremos decir lo siguiente:
cuando en la personalidad no existe cierta buena cualidad, es decir, la
virtud correspondiente, no hay nada en esa personalidad capaz de evitar,
o de contrarrestar el nacimiento de un vicio. Y puesto que otros seres
humanos que rodean a esa persona es muy posible que ya tengan ese vicio,
este crecerá sin trabas, y se fortalecerá y será
dificilísimo desarraigarlo.
Pero
si la mente se esfuerza una y otra vez, sin desmayo, en establecer la
virtud contraria, una y otra vez, una y otra vez, llegará un momento
en el que ese vicio quede ya vencido y desaparezca, y esta victoria se
mantendrá así para todas las demás vidas de ese esforzado
humano, con independencia de las diversas personalidades que asuma en
cada una de ellas.
Como vemos, tal vez la cualidad fundamental para progresar en el camino
de la salvación es la perseverancia. En este siglo de hierro, todo
ha de ser inmediato, y la impaciencia es la que gobierna. Todo ha de cobrar
existencia aquí y ahora. Todo ha de tener lugar ya, ya mismo. Nada
puede tener su proceso escondido de espera y maduración.
Cuando nos preparamos para entrar en el camino que lleva finalmente a
la Casa del Padre preparamos un plan. Un plan fabricado a nuestra medida
y semejanza. Puesto que, evidentemente, este plan no va a resultar eficaz,
bien pronto nos desanimamos y entonces trazamos otro, y después
otro más y otro más, …
No nos damos cuenta de que en esos planes que hemos preparado para nosotros
estamos cediendo al vicio y alimentándolo aún más.
Son nuestros vicios los que nos impulsan e hinchan las velas, pero no
lo vemos, o no lo queremos ver.
Y esto ocurre porque pensamos que podemos desprendernos de un vicio en
un momento, en un santiamén. Y eso no puede ser. En el mejor de
los casos harán falta años, varios años, incluso
muchos años…. Y tal vez, varias vidas, ….
El procedimiento para muscular un cuerpo es en todo idéntico que
el que se emplea para robustecer el alma. Una práctica metódica
va fortaleciendo una débil virtud hasta transformarla en una grandiosa,
atractiva y bella cualidad.
El ser humano vulgar no ve ninguna razón para una disciplina interior
de este tipo. De hecho, casi siempre se autodisculpa diciendo que “yo
soy así”, y que su impulsividad, su melancolía, su
mal humor, se deben a su temperamento y que eso no lo puede cambiar nadie.
El humano vulgar no ve motivo alguno en emprender no solo el camino del
autoconocimiento sino mucho menos el penoso y esforzado sendero de la
corrección de los caracteres.
El humano vulgar vive entregado a su personalidad y a los derechos que
cree que esta tiene. No piensa lo que hace ni lo que dice, y para él
el pensamiento, y la emoción, no poseen ninguna fuerza particular
y carecen de cualquier energía.
No sucede así para el que sigue el camino del Alma.
Este conoce la gigantesca fuerza de los pensamientos y de las emociones,
pues son estos dos factores los que provocan la acción. Y, puesto
que el pensamiento es tan poderoso, el humano que anhela ser sabio vigila
sus pensamientos y sus sentimientos, porque sabe que existe una responsabilidad
en la energía que esos pensamientos vierten el mundo. Él
sabe que con el pensamiento se puede organizar mucho bien, mucho dolor
y mucha confusión. Con el dominio de su propio pensamiento este
ser humano puede sobresalir de la humanidad estancada que solo piensa
en la diversión, en el tiempo libre y en el descanso.
En las primeras páginas de este pequeño artículo,
ya hemos dicho que existe una Hermandad de seres en cuyas manos está
capitanear el avance espiritual en el mundo. Se trata de “La Jerarquía”.
Cuando una persona ha llegado al punto que aquí hemos descrito
de esfuerzo personal, de autovigilancia y de disciplina mental, inevitablemente
atrae sobre sí la atención de esta Jerarquía.
Pero para que la Jerarquía se fije en el esfuerzo particular de
uno de estos argonautas del espíritu que hemos descrito hace falta
algo más, mucho más, que “ser bueno”. “Ser
bueno” es poco, demasiado poco. Además de bueno uno ha de
ser sabio, actuar desde la impersonalidad, ser interiormente fuerte, valeroso,
espiritualmente potente, ….
Fundamentalmente, su pensamiento ha de haberse despojado del sí
mismo como objeto de adoración e interés. Toda su obra y
su vida han de estar volcados en la santificación del mundo y en
la aproximación incesante al espíritu.
Una
vez que los Maestros de la Jerarquía centran su interés
en ese determinado aprendiz, uno de ellos lo acoge en calidad de aspirante
o de estudiante a su cargo. Entonces sigue un período de prueba
de aproximadamente siete años. Este período puede acortarse
o alargarse, a discreción del Maestro.
Si al acabar esta fase, el resultado ha sido satisfactorio, el alumno
sube de categoría, de discípulo en probación a discípulo
aceptado. Entonces, a partir de ese momento, el discípulo pasa
a estar en íntimo contacto con su Maestro cuya irradiación
está siempre inundando a ese discípulo, hasta el punto de
que el alumno se acostumbra a verlo y a considerarlo todo desde el punto
de vista de su Maestro.
Durante esta etapa, el Maestro intima aún más con su discípulo,
tanto que, en la tercera etapa, lo asciende a hijo suyo.
Estos tres grados de cercanía al Maestro no se refieren a grados
de participación en la Hermandad o Jerarquía. La Hermandad,
o Fraternidad, o Jerarquía, consta de seres que al menos ya han
recibido una iniciación.
El ingreso en esta Hermandad es el tercer punto que indicábamos
al principio, en las primeras líneas de este artículo.
Este ingreso es el punto clave y más importante de toda nuestra
historia personal.
Una vez que se recibe la Primera Iniciación, ese discípulo
entra en la Gran Corriente.
Esa Corriente es la que lleva a la meta prevista para todos nosotros,
la meta que da sentido a nuestras vidas, a nuestras innumerables y fatigadas
vidas: la Quinta Iniciación, o el Adeptado.
Esa es la meta final prevista para nuestro actual ciclo de evolución.
Se trata de una Iniciación superior a la que obtuvo Jesús
el Cristo en la cruz. Equivale a su Resurrección.
Nada más y nada menos.
Es difícil de creer que nosotros podamos llegar a tener la altura
de Cristo, ¿verdad? Parece un chiste malo o tal vez una burla….
Y sin embargo así es. Se trata de que lleguemos a ser adeptos.
No hay otra finalidad para nuestra cadena planetaria.
Todos estamos llamados a esa gloria final.
Muchos humanos corremos el riesgo de rezagarnos y quedarnos a la espera
de esa iniciación pues el tiempo, que es el alma del mundo, a decir
de Pitágoras, corre como agua que fluye desbocada.
Tempus omnia fert sed et aufret omnia tempus, es decir, el tiempo todo
lo trae, pero también todo se lo lleva.
La Primera iniciación es semejante al curso primero en una exigente
universidad. Al final de ese largo y difícil curso primero, hay
un examen, y entonces se pasa al segundo curso, es decir, se alcanza la
Segunda Iniciación.
Primero y Segundo todavía se pueden aprobar con cinco, pero no
así los cursos que siguen, en los que se necesita aprobar a fin
de curso con un diez, o sea con un sobresaliente.
Cuando uno llega al quinto año, y aprueba, ha alcanzado ya el grado
de Adepto. Algunos súper dotados continuarán con el doctorado,
o sea Sexta, e incluso, Séptima Iniciaciones. Pero para la gran
mayoría el término de sus estudios es el grado de Adepto.
El que alcanza este nivel ya ha llegado al máximo nivel de perfección
y de divinización espiritual previsto para nuestro período.
NO PERDAMOS EL TIEMPO
EXAMINEMOS NUESTRAS TORPES VIDAS
RENAZCAMOS DE UNA VEZ
Juan Ramón González Ortiz
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