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Experiencias
en un viaje al Japón místico y profundo II
Monte KOYA
El
Monte Koya (Koyasan), es el centro más importante del Budismo
Shingón en Japón, situado en las montañas de
la prefectura de Wakayama, al sur de Osaka. Está situado en
un valle rodeado de los ocho picos de la montaña del mismo
nombre, junto al pueblo de Koya, en un lugar que se creía sembrado
de lotos. Koyasan deriva de Kongobuji, nombre del templo más
importante del lugar, que significa "Templo de la Montaña
del Diamante".
El asentamiento original fue elegido por el monje budista Kobo Daishi,
llamado con el sobrenombre del Monje Kukai.
Este monje fue el creador del Budismo Shingón japonés.
En el año 819 se instaló en dicho monte, tomándolo
como cuartel general del Budismo Shingón japonés.
Este monte está a unos 800 metros de altitud, al oeste de la
península de Kii. Allí se construirían a lo largo
del tiempo los 120 templos que ocupan el valle. Además de una
universidad dedicada a estudios religiosos.
En éste monte además, se encuentra el mayor cementerio
de Japón y uno de los más antiguos, donde se encuentra
el mausoleo del monje Kukai, el creador e iniciador de la serie de
los 120 templos, que posteriormente se han ido construyendo en ese
monte.
Entre todos ellos, tenemos el famoso templo de Danjogaran, en el corazón
del Monte Koya.
Su situación en el mapa de Japón;

Consideraciones preliminares:
La información que voy a presentar no está totalmente
contrastada. Lo que voy a relatar se trata de lo que monjes tibetanos
y japoneses nos contaron en los viajes que hice al Tíbet y
a Japón.
Creo que no se salían demasiado de la realidad, pero faltan
muchos datos y profundizar mucho más en estas religiones o
filosofías, donde se entrelazan miles de elementos físicos
visibles, pero, sobre todo, donde la magia más poderosa está
omnipresente detrás de cualquier manifestación física.
Si en el Tíbet, la magia se encuentra presente en todo, puesto
que sus oraciones pasan siempre por invocaciones a Dévas de
diferentes categorías, el sincretismo que se mantiene entre
el Budismo Tántrico, con el antiquísimo culto de la
secta Bom, se manifiesta en casi todos los monasterios, con mayor
o menor intensidad.
No he profundizado más porque no es mi línea de investigación
y, además, no he podido dedicar más tiempo a ello.
Parte
de lo que conozco proviene en gran medida del esoterismo, del que
sí poseo conocimientos mucho más amplios, aunque nunca
suficientes, y que fueron complementados con las experiencias vividas
en estos viajes.

El resto proviene de mis experiencias personales, en este caso en
Japón, que son las que voy a exponer.
Las he depurado de todo posible subjetivismo, ciñéndome
en todo lo posible a la realidad más objetiva que viví,
sin poner ni quitar nada.
Es cierto que tengo “cierto nivel” de percepción largamente
entrenado, afinado y consolidado, pero no pasa de “cierto nivel”.
Sé hasta donde llega y no pretendo ir más allá
que no esté bien cimentado en una realidad constatable.
Es un mundo muy resbaladizo, en el que hay que entrar con exquisito
cuidado, si uno no quiere perderse en sus recovecos.
Paso a relatar lo sucedido

El Budismo Shingón es el equivalente al Budismo Tántrico
del Tíbet.
El Budismo Tántrico tibetano es un sincretismo con la ancestral
religión Bom tibetana y el Budismo hindú. Desconozco
hasta qué punto uno u otro han predominado en el tiempo con
más fuerza.
Lo que puedo aportar es que en la actualidad una y otra religión
van unidas y que en algunos monasterios, una predomina más
que otra, lo que efectivamente pude comprobar también en el
Tíbet.
La religión Bom del Tíbet era una religión animista
de magia negra y sacrificios humanos, que tenían un gran poder
material mediante una magia muy poderosa. Parece ser que la influencia
de esta religión animista se extendió desde la península
escandinava, habiendo dado comienzo en la mítica y misteriosa
isla de Thule, extendiéndose hacia Mongolia y por ciertas zonas
de China, pasando por la península de Corea y llegando hasta
la isla de Samoa.
Sobre este tema podríamos extendernos en caudalosos ríos
de tinta, pero vamos a seguir con el tema central que nos ocupa.
No he conseguido datos concretos de su posible influencia en Japón,
aunque, por las características del Sintoísmo, no se
puede descartar que esta religión animista hubiera tenido una
gran influencia en Japón.
El hecho de que ambas religiones se fundamenten en el culto a las
entidades de la naturaleza, hace que no podemos desechar grandes conexiones
entre ellas.
Sea o no sea así, el Sintoísmo, como religión
animista, mantiene enormes similitudes entre sí, sobre todo,
en la parte oculta de las mismas.
Personalmente creo que ese contacto en tales áreas existía
entre ellas, manteniendo alguna conexión que podría
ser muy estrecha. En particular, en ciertos aspectos de la magia,
que, tal y como estamos viendo en estas historias, están a
flor de piel.
Estas religiones están muy presentes, incluso hoy en día,
en toda Asia.
Como se sabe, el Budismo Tántrico del Tíbet, muy a pesar
de los esfuerzos por parte de Padma Sambaba, que fue quien llevó
el Budismo al Tíbet desde la India, se desarrolló más
allá de lo que él esperaba.
Padma Sambaba, según cuenta la antigua leyenda tibetana, para
poder asentarse en el Tíbet, tuvo que enfrentarse en una lucha
encarnizada a quien era el superior de la secta Bom.
Según cuenta la tradición, su lucha fue a base de poderosos
dardos de fuego, en la que ambos poderosos chamanes, volaban y se
herían con extrema violencia, hasta que Padma Sambaba consiguió
vencer al que era “el prior” de los Bom.
Una vez hubo consolidado su liderazgo en la zona, se fueron creando
templos en los que dominaba el budismo Hindú, pero que, con
el tiempo, los monjes budistas tibetanos fueron poco a poco introduciendo
los conocimientos y antiguas prácticas Bom de magia y tantrismo.
Éstas jamás llegaron a desaparecer y, con la aportación
del budismo, llegaron a alcanzar un gran poder.

Tales prácticas que no se diluyeron, sino que se mezclaron
con el Budismo, fueron derivando hacia lo que hoy conocemos como el
Budismo Tántrico.
Hoy en día, aunque muy diluido en comparación con lo
que llegó a ser tal y como cuentan los lugareños, tiene
predominio en la región, por encima del puro y verdadero Budismo
Karnapa, que a pesar de que sigue intacto en el Tíbet, es minoritario,
quizás por sus practicas ascéticas de gran dureza.
Más todavía, si tenemos en cuenta la dureza climática
de la altiplanicie tibetana y los alojamientos que tienen, que son
absolutamente espartanos.
Pudimos constatar in situ, la pureza de una religión marcada
por su ascetismo en contraposición a la opulencia de la otra,
que ostenta el poder político y sobre todo el poder material.
Como se sabe, los budistas tántricos, tanto hombres como mujeres,
siguen manteniendo un gran poder en la zona y tal poder se manifiesta
también a nivel político, puesto que son ellos los que
ostentan el poder político en el Tíbet.
Mientras que en el budismo Karnapa no se aceptan mujeres en sus filas,
ni en sus templos, en el Budismo Tántrico sí.
En el Tíbet se pueden ver y visitar, a base de donar algunas
cantidades de dinero, templos budistas Bom, donde todos los símbolos
están girados en sentido levógiro, símbolos como
la cruz mutable o la cruz gamada, siendo esta cruz el símbolo
del movimiento del tiempo cósmico, dando a entender el proceso
evolutivo del continuo cambio cósmico.
S la cruz gira en el sentido dextrógiro, es la representación
del movimiento del tiempo Cósmico, del progreso evolutivo,
pero si gira en el sentido levógiro como la esvástica
Nazi, que no es Nazi, sino que es infinitamente más antigua,
representa el control de ese tiempo. Por lo tanto, el control sobre
el tiempo y como consecuencia, el poder material, sobre el poder espiritual.
Por esta razón, la magia negra lo utiliza (levógiro)
en oriente, desde tiempos inmemoriales, como representación
del poder de la magia obscura, que trata de parar el proceso natural
de la Evolución.
Pero además de este símbolo, también se encuentran
muchos más símbolos, la estrella de cinco puntas símbolo
Crístico, la rueda de Shamshara, representando la rueda de
vidas y muertes, con los dos carneros macho y hembra a cada lado de
la rueda, representando al mundo animal de donde provenimos, que dan
el soporte físico al proceso de la reencarnación etc.,
etc.
Todos estos símbolos se encuentran representados en el sentido
inverso en los templos BudistasBom.
Estuvimos en un templo de estos, del que nos tuvimos que marchar muy
rápido, porque el ambiente era tan sofocante, que era casi
irrespirable.
Fue una experiencia que quizás en otro articulo pueda relatar,
por su enorme interés, pero prefiero centrarme en lo que de
momento estamos ahora.
Vamos a Japón
Cuando el monje Kukai en el año 819 de nuestra era, importó
el Budismo Tántrico a Japón, y se instaló en
el monte Koya, el budismo tibetano tántrico se encontraba en
pleno esplendor e influencia, por lo que el monje Kukai se llevó
a Japón unas practicas mágicas de gran poder, heredadas,
a su vez, de los antiguos textos Sanscritos y mezcladas con las practicas
Bom en un sincretismo magistral.
Es, de todos, conocido lo que ocurre en Japón cuando algo se
implanta allí. Los japoneses tienen la cualidad de buscar la
perfección en cualquier actividad que desarrollan, hasta los
últimos límites. De esta forma, el Budismo Tántrico
del Tíbet se transformó en el Budismo Shingón
al llegar a Japón.
La cosa no queda sólo en un cambio de nombre, sino que el nivel
de magia que se desarrolló al entrar en contacto con el Sintoísmo
japonés, alcanzó cotas extraordinarias. Cotas que yo
no pude llegar a palpar en el Tíbet, a pesar de que tuvimos
la oportunidad de entrar en templos Budistas Tántricos y estar
en contacto con grandes monjes Rimpochés de la zona.
Mientras que en Japón, sí que pudimos palpar, y muy
de cerca, ese aspecto mágico, en todos los rincones. Al llegar
al monte Koya, incluso antes de subir en el funicular que da acceso
al monte, comenzaron a pasarnos cosas que no tenían una explicación
racional, o al menos eran muy extrañas.
Como se puede ver en un mapa del monte Koya, hay unos 120 templos
mezclados entre sí. Algunos de ellos son aparentemente puros,
tanto Sintoístas como Budistas, pero lo que pude comprobar,
es que todos están muy mezclados en sus filosofías y
prácticas, en un sincretismo realmente asombroso, a nuestro
entender occidental.
Experiencias personales y colectivas
Las experiencias en este monte no se quedan de forma exclusiva centradas
en él, ya que estando de camino, empezaron a suceder acontecimientos
extraños, que a íbamos toreando como podíamos,
pero no dejaban de sorprendernos a casi todos. Parecía como
si hubiera una voluntad que trataba de pararnos para que no llegáramos
al monte.
Al estar lejos de nuestro itinerario, nos tuvimos que desplazar a
propósito en tren, para poder llegar hasta la falda del monte.
Una tormenta impresionante, conforme nos aproximábamos, nos
fue siguiendo a lo largo de todo el viaje.
Por la megafonía del tren, el conductor anunció que
los que nos dirigíamos al monte Koya, no podríamos subir
en el funicular, debido a que cuando llueve tanto, se cancela su ascenso,
porque las ruedas patinan y puede descarrilar.
Cuando llegamos a la estación, en la falda del monte, un funicular
estaba parado en otro andén, esperando.
Efectivamente, seguía lloviendo a cántaros, y en la
misma estación, que era muy pequeña, nos comunicaron
que la subida al monte estaba cancelada, por causas metereológicas,
hasta el día siguiente.
El problema era que nosotros, como grupo, teníamos reservado
un hotelmonasterio arriba, en el monte, y en aquel pueblo donde estaba
la estación no había hoteles suficientes para alojar
a los 23 que formábamos el grupo.
Ciertamente nos encontramos en una situación muy mala. La misma
estación era muy pequeña para que nos pudiéramos
quedar a dormir allí todos. ¡¡¡Fuera caían
chuzos de punta!!!
Entonces me vi obligado a utilizar una oración muy poderosa
con la que suelo ser muy cauto en utilizarla debido a su gran poder.
Me aparté del grupo en una zona protegida de la lluvia y pedí
mediante esta oración que la tormenta, que la teníamos
enquistada sobre nuestras cabezas, y con un pronostico de varias horas
sobre nosotros, que se diluyera o se desplazara a otro sitio para
que pudiéramos subir y dormir en el templo, donde teníamos
la reserva confirmada y pagada. Por cierto, posiblemente el hotel
más caro de todo el viaje.
Ante mi propia sorpresa, no habían pasado ni 5 minutos de haber
pedido aquello, cuando la tormenta, negra como un tizón, empezó
a disiparse. No habían pasado ni 15 minutos y la tormenta desapareció
como por encanto.
Hasta los mismos lugareños estaban asombrados con aquel cambio
repentino. Por supuesto, nadie supo lo que había pedido. Yo
no tenía la menor duda de que aquella disolución de
la tormenta, fue debida a mi petición. La evidencia causa efecto,
no dejaba el menor hueco a la duda.
Conozco en profundidad la meteorología como piloto y además
como navegante náutico y, sin la menor duda, aquella tormenta
no tenía la menor intención de desaparecer al menos
en una hora o quizás dos como mínimo, y para entonces
ya hubiera sido imposible subir al monte Koya. De hecho nos permitieron
subir en el último momento antes de cerrar, por la hora y casi
por los pelos.
Ante aquel cambio tan extraordinario no me quedó la menor duda
de que mi petición había sido escuchada, no era la primera
vez que había tenido una experiencia semejante.
Rápidamente y antes de que los del funicular se fueran definitivamente,
nos dirigimos a ellos y les rogamos que, por favor, nos subieran al
monte, debido a que teníamos el hotel reservado y en el pueblo
no teníamos alojamiento.
Aquellos trabajadores, tan amables, nos escucharon y, a pesar de las
dudas, se brindaron a subirnos, explicándonos que si la vía
estaba mojada en ciertos repechos del trayecto, era peligroso puesto
que el tren podía patinar y descarrilar. Entonces nos dijeron
que lo consultarían con sus colegas de arriba para ver cómo
veían ellos la situación. La contestación, aunque
con ciertas dudas, resultó positiva.
Así que rápidamente nos avisaron para que subiéramos
al funicular.
Nunca se me olvidará la amabilidad del pueblo japonés
a lo largo de todo nuestro viaje. Siempre dispuestos a ayudar y colaborar,
eso sí, cuando conseguíamos establecer contacto con
ellos según su protocolo, que no resultaba fácil para
extranjeros como nosotros.
La subida fue emocionante. Toda la vía se encontraba dentro
de un tupido bosque espectacular, y, debido a la lluvia estaba todavía
más precioso, dando muestra de una exuberancia lujuriosa.
Una vez en el monte, nos dirigimos andando, al templohotel que teníamos
reservado. No estaba muy lejos de la estación, y ya no llovía.
Curiosamente, era carísimo para los precios que habíamos
visto en otros hoteles. En este viaje procuramos alojarnos en los
típicos hoteles japoneses, llamados Riokans, o en templos que,
además de ser más económicos son mucho más
interesantes por lo típicos y, sobre todo, muy limpios y confortables.
Desde todo punto de vista, mejor que los hoteles occidentales en Japón.
Los hoteles que están en los templos, suelen de ser la gran
mayoría de lujo, pero algunos suelen ser bastante caros. El
templo se llamaba Fuchiin, del que aporto algunas fotos.
Como se puede ver en las fotos, el monasteriohotel es una maravilla
en cuanto a decoración. Todo era perfecto, las habitaciones
típicas japonesas, con suelo de espigas de arroz en las habitaciones,
llamado tatami, paredes de madera y papel, siendo estas paredes correderas,
de forma que se podía tanto ampliar como reducir, las estancias.
Pero allí se encerraba algo muy obscuro.
Nada más llegar, mientras colocábamos los equipajes
en las habitaciones y nos repartíamos éstas, pudimos
ver cómo una sombra negra empujaba, dándole una patada,
en el trasero, a una de las chicas del grupo, desde el pasillo haciéndole
entrar de golpe a la habitación, cayendo sobre las maletas
que todavía estaban amontonadas en el centro de la habitación.
Nos quedamos, todos, totalmente sorprendidos ante aquella manifestación
a plena luz del día. Pero aquello sólo fue el comienzo
de una serie de sucesos que fueron ocurriendo encadenados unos a otros,
de forma continuada.
Al caer la noche fuimos a cenar a una de las salas del monasterio,
realmente impresionante, ya que la decoración correspondía
a la de un palacio típico japonés. Estábamos,
todos, absortos en todos los detalles de la decoración. Pero,
mientras, pasaban desapercibidos a nuestra percepción ciertos
detalles de un ambiente muy cargado y obscuro, que se fue haciendo
evidente conforme nos fuimos aclimatando al ambiente del edificio.
Después de cenar, y cuando poco a poco, la gente se fue retirando
y todo se fue calmando, al pasear por los pasillos del templo, se
tenía una intensa sensación de estar observados por
ojos invisibles.
Aquella sensación se fue haciendo más acuciante, y daba
miedo caminar en solitario por aquellos pasillos. Miedo muy a pesar
de encontrarnos en un lugar de tan gran belleza, en todos los sentidos,
y que no daba de entrada ningún síntoma de que aquel
templo pudiera ocultar algo tan extraño y lúgubre.
Después de cenar aprovechamos para disfrutar de los baños
japoneses, separados para hombres y mujeres, que en este caso particular
también eran una maravilla en todos sus aspectos decorativos.
La distribución de los dormitorios se hizo de la siguiente
forma; dos habitaciones dobles para los dos matrimonios del grupo.
El resto, en dos habitaciones colectivas una para hombres y otra para
mujeres.
Durante aquella noche fue imposible dormir.
En mi caso en nuestra habitación y a lo largo de toda la noche,
sonó de forma ininterrumpida un ruido metálico que venía
de afuera, al lado de la ventana, como si alguien golpeara una bajante
metálica con otro metal y de forma permanente.
No llovía, por lo que las gotas de agua tampoco podían
producir aquel ruido. Lo miré una y otra vez y allí
no había nadie, ni nada que lo pudiera producir y cada vez
que abría la ventana para ver de donde venía el ruido,
éste dejaba de sonar.
En el caso del otro matrimonio, cada vez que apagaban la luz, algo
les tocaba en la cara haciéndoles caricias como si les pasaran
una pluma haciéndoles cosquillas. Así toda la noche,
cuando encendían la luz, aquello cesaba y al apagar la luz
volvía a empezar.
Del resto del grupo nadie consiguió dormir bien, y todos dijeron
que algo les estuvo molestando de forma permanente, toda la noche.
Por la mañana, después del desayuno, dejamos las maletas
en una habitación aledaña a la recepción, con
el fin de dejar libres las habitaciones y así poder pasear
por todo el monte a lo largo del día, hasta nuestra partida
del monte a última hora de la tarde.
Pero antes de salir a conocer el monte, el cementerio y algunos monasterios,
nos ofrecieron una ceremonia Budista Shingón en el mismo templohotel,
en una habitación enorme y decorada como templo, con una riqueza
en dorados, de gran belleza japonesa, que nos tenía a todos
sorprendidos y embelesados.
Aquella ceremonia, siendo curiosa por lo novedosa, no nos ofreció
nada en especial. Pero lo que no conocíamos era algo que allí
estaba pasando con aquel ritual, algo muy siniestro y que yo no descubriría
hasta mucho más tarde, de hecho hasta el otoño de 2017.
Lo que allí ocurrió lo descubrirían unos amigos
en África junto a un gran amigo africano. Al verme de lejos,
uno de ellos observó que tenía enroscada a mi cuerpo
una serpiente muy grande, con una cabeza enorme, la serpiente era
una entidad, invisible para quien no tuviera la capacidad de ver entidades.
Pero eso forma parte de otro relato, un episodio que casi me llegó
a costar la vida, algo tan siniestro que todavía me cuesta
llegar a creer que me haya sucedido.
Como adelanto, diré que se trata de un secreto muy común
en todo oriente, que al que lo conoce le permite robar toda su suerte
a aquellos incautos que caen en sus redes.
Pero en este caso, el nivel desde donde este secreto se controlaba
y lo que controlaba, trasciende cualquier conocimiento que, hasta
entonces, tanto yo como personas, verdaderamente sabias en lo oculto,
y que yo conocía, nunca habían oído hablar de
algo así. Sólo pudieron creerlo, cuando personas muy
especiales con sus propios ojos internos, lo pudieron ver, como he
contado.
Después de la ceremonia nos preparamos para hacer la visita
programada por el monte.
Antes de salir, a uno del grupo, le desaparecieron las gafas graduadas
prácticamente en sus propias narices, podríamos decir
que se las quitaron de las manos. La verdad es que nos volvió
locos a todos, ya que sin las gafas se encontraba en una situación
muy difícil y comprar en Japón unas, era algo difícil
por el idioma. Como no aparecieron nos tuvimos que ir sin las gafas
para no perder más tiempo. Pero antes de irnos, revisamos las
maletas, bolsas y todo lo que allí teníamos acumulado,
pero no encontramos nada de nada. Nadie entendía nada, porque
algunos le habíamos visto con las gafas en la mano y de pronto
desaparecieron.
Lo curioso fue, que al regresar por la tarde para recoger los equipajes,
y después de haber conseguido comprar unas gafas nuevas, las
gafas originales estaban en donde él las había dejado,
sobre la maleta de él, y era donde él recordaba que
las había dejado y de donde súbitamente habían
desaparecido.
Algo que no tenía ninguna explicación, pero que por
la premura de la salida y los nervios que nos creó, no pudimos
investigar más.
Una vez vistos algunos templos, nos dirigimos al cementerio Ukonoin
uno de los cementerios más grandes y más antiguos de
Japón y del que comentan los japoneses, que miembros muy importantes
de la familia imperial se encuentran enterrados allí.
De entrada, además de ser impresionante por los grandes árboles,
las tumbas con diseños que recordaban las actividades de sus
ocupantes en vida, con su majestuosidad, todo parecía normal.
Además de ser espectacular, ese cementerio está tan
habitado y vivo por sus ocupantes, que no es necesario ir de noche
para verlos, de día se manifiestan con la misma intensidad
que lo pudieran hacer de noche.
Allí nos ocurrieron cosas muy extrañas, que nos dejaron
muy claro por parte de los residentes del cementerio, que no les gustaba
absolutamente nada nuestra presencia allí.
Conforme nos adentrábamos en él, e íbamos admirando
un cementerio extraordinario, dentro de un bosque extraordinario,
todo parecía normal.
Sin embargo un silencio sepulcral envolvía todo el ambiente,
no se escuchaba ni una mosca, ni un mosquito, no se veía ni
un habitante volador tan normal en cualquier bosque.
Todo era precioso, hasta que llegamos a un lugar donde parece ser
que era el apartado donde se suponían enterrados o representadas
personas que murieron sin familia y/o desconocidos, o niños
no natos, o recién nacidos.
Lo cierto es que debido a lo que sucedió, no conseguimos saber
con exactitud a quiénes estaba dedicada aquella pirámide
formada por infinidad de figuritas de piedra, a las que se les rendía
culto, por parte de monjes sintoístas o budistas Shingón.
Mientras estábamos hablando delante de la citada pirámide,
preguntándonos quiénes podrían ser los allí
representados, de pronto vimos aparecer por nuestra derecha un nutrido
grupo de japoneses muy juntos, demacrados con ropajes blancos roídos,
de aspecto viejo, que venían muy decididos hacia nosotros,
con aspecto amenazador. La escena que fue muy rápida, la recuerdo
perfectamente y se me ponen los pelos de punta al recordarla, ya que
pudimos ver claramente que sus intenciones no eran nada amistosas.

Es difícil explicar su actitud, pero para darle una forma entendible,
podríamos decir que se asemejaban a los zombis que aparecen
en las películas.
Incluso uno del grupo, que no cree en nada que tenga una densidad
inferior a la de un ladrillo, decía “oye… pues, ¿qué
querrán estos japoneses, que raros son, no?”.
Ante aquello, nadie se cuestionó la necesidad imperiosa de
salir de allí de manera apresurada e inmediata.
Salimos despavoridos y, de forma espontánea, nos dividimos
en dos grupos. Nosotros, unos 13 aproximadamente, salimos por un camino
trasero del cementerio y la otra parte del grupo despareció
dentro del cementerio hacía el corazón más antiguo
del mismo.
Resultó que el camino que elegimos nosotros sin saber ni como,
ni por qué, nos condujo a salir por detrás del cementerio,
y nos obligó a dar una vuelta de unos 12 km para reencontrarnos
con los otros del grupo, en la zona de la puerta de entrada del cementerio,
después de varias horas de caminar.
Con nosotros venía una chica muy extraña, con muchos
problemas de todo tipo y que era amiga de Antonio, el organizador.
Esta chica, de pronto, se quería volver al cementerio por donde
habíamos venido. Según decía, le estaban llamando,
para volver, unas voces del más allá, dándole
ordenes de que regresáramos.
Yo me negué rotundamente y el resto me siguió, pero
hubo momentos que algunos se lo llegaron a plantear. Yo tenía
la seguridad de que si volvíamos por donde habíamos
venido, algo grave nos podría ocurrir, fue una intuición
muy clara y que, una vez fuera de todo aquello, el resto del grupo
me dio la razón. Ellos también habían tenido
aquella extraña sensación.
Al haber recorrido unos 2 km aproximadamente por un estrecho camino
asfaltado dentro del bosque, mientras que nos planteábamos
volver o seguir por un camino que no sabíamos a donde nos podía
llevar, una de las del grupo se dio cuenta de algo que era absolutamente
increíble, algo muy extraño.

Se
dio cuenta, de que habíamos cruzado una línea invisible,
que a partir de ella, de pronto, se podían oír a los
pájaros, los mosquitos, las cigarras y también se podía
oler el bosque. Cuando lo dijo no lo podíamos creer, pero nuestra
sorpresa fue enorme, al comenzar a atravesar aquella línea
invisible hacia atrás, donde el silencio era sepulcral y no
se sentía el menor olor del bosque, ni el menor sonido, y al
volver a cruzar otra vez aquella línea invisible, hacia adelante,
todo volvía a la vida.
Solo una delgada línea invisible, separaba aquella tumba inmensa,
del bosque vivo.
De esta forma estuvimos casi 10 minutos, adelante, atrás, adelante,
atrás.
Aquello era extraordinario: pasábamos de una campana invisible
de vacío, donde no había vida, a la vida, solo atravesando
una línea muy delgada, imperceptible e invisible.

El otro grupo acabó en la supuesta tumba del monje Kukai, y
digo supuesta, porque hay leyendas que dicen que no murió.
En esta tumba/mausoleo, pudieron ver una vela encendida, que, según
la tradición, ha permanecido encendida desde su supuesta muerte.
Nadie repone la vela y siempre permanece encendida, con viento, tormentas,
lluvia, nieve, etc.
Según nos contaron, al llegar a la tumba y pararse a verla,
todos quedaron sobrecogidos por algo que no podían entender,
aunque ellos lo achacaban al aspecto viejo y abandonado de la tumba,
cubierta de musgo, a la obscuridad que allí reinaba a pesar
de ser por la mañana, en un día completamente soleado
y con una sensación angustiosa de estar siendo observados,
sin saber quién les observaba, ni desde dónde eran observados.
De pronto apareció una nube muy espesa de mosquitos que les
empujó hacia fuera del cementerio a toda prisa.
Dentro de ese cementerio, aparte de esos mosquitos, no vimos ni oímos
ni un solo mosquito, en todo el tiempo que estuvimos allí,
ninguno del grupo.
Por la tarde nos marchamos por donde habíamos llegado al monte,
todos encantados por las experiencias vividas, pero nadie sospechó
en aquellos momentos lo que nos llevábamos de recuerdo de aquel
monte.
Un recuerdo que para mí duraría muchos años y
muy malas experiencias posteriore.
Yo me he liberado de aquello después de duros trabajos y mucha
ayuda, pero lo que no he llegado a saber, si compañeros de
viaje fueron, también, afectados y si lo fueron, si se han
llegado a liberar de aquella terrible maldición de seres del
más allá, sin los menores escrúpulos, verdaderos
vampiros de otras dimensiones.
El problema al que me refiero, nos fue endosado en la ceremonia a
la que fuimos invitados por la mañana, en el monasteriohotel
donde pasamos la noche.
Una invitación trampa, que con total seguridad la utilizan
para robar la suerte y la energía a viajeros confiados, como
nosotros.
Un trabajo de magia para robar la energía, la suerte y la fortuna
de aquellos incautos que se aventuran sin sospechar, que detrás
de lo que parece algo muy espiritual y de gran pureza, encierra oculto
un obscuro interés de robar la vida a todo el que ignorante
y de buena voluntad, cae prisionero en su tela de araña.

Julio
de 2025
Javier Antolínez
Viaje
al Japón místico y profundo 1
Viaje
al Japón místico y profundo 3
Viaje
al Japón místico y profundo 4