
Experiencias
en un viaje al Japón místico y profundo
Osorezan Aomori
(El monasterio al que llaman
“La
Puerta del Infierno”)
Javier Antolínez
Como se puede ir viendo por estos relatos, los lugares por donde fuimos
transitando son una fuente inagotable de experiencias del más
allá.
Solo
estoy relatando aquellas experiencias más relevantes, ya que
además de éstas, tuvimos un sinfín de experiencias
más, casi imposibles de recordar.
El Monte Osore (? ? Osorezan) es el nombre de un templo budista y
destino de peregrinación de las religiones populares de Japón.
Está situado en el centro de la remota península de
Shimokita, en la prefectura de Aomori, en la región norteña
de Tohoku, al norte de Japón.

El templo está ubicado en la caldera de un volcán activo.
Según la mitología japonesa está considerada
como una de las puertas al inframundo.
La montaña es un pico de la cordillera de Osozezan (?? ? So
Osore Sanchi), pertenece a una serie de ocho volcanes Somma, que van
de este a oeste en el centro de la península de Shimokita.
El Monte Osore tiene una altura de 879 metros. Aunque el Monte Osore
hizo erupción hace más de 10.000 años, el área
tiene muchas fumarolas que emiten vapor y/o gases volcánicos,
especialmente dióxido de azufre, lo que indica que todavía
es un volcán activo.

El lago Usori es un lago caldera en el centro del Monte Osore, con
aguas muy ácidas, por lo que no tiene vida alguna.
En la montaña está ubicado un templo budista Soto Zen
Bodaiji (?? ?), que se cree que fue fundado en el año 862 DC
por el famoso monje Ennin, no Jizo Bosatsu, su figura principal.
El templo fue abandonado en 1.457 y restaurado en 1.530.
En el acervo popular, llegó a ser uno de los lugares en Japón
que han sido identificados como una de las “entradas al Infierno”.
El escenario del otro lado del Monte Osore, muestra unos paisajes
carbonizados de rocas requemadas, llenas de fosas burbujeantes, muy
notorias por los colores de apariencia extraterrestres y la continua
emanación de gases nocivos.

Un pequeño arroyo que se dirige al vecino lago Usori, al que
se equipara al río Sanzu, un río que las almas difuntas
deben cruzar para llegar al más allá.
Esta similitud con la mitología griega y romana, y es posible
que con otras muchas más, no deja de sorprender porque se repite
en muchos lugares del Planeta, a pesar de no haber tenido supuestamente
la menor conexión entre ellos.

Una característica única de Bodaiji es la presencia
de médiums conocidos como “Itako” que afirman invocar las almas
de los muertos y entregar mensajes mediante sus voces.
Estos médiums eran tradicionalmente ciegos y tenían
que recibir entrenamiento espiritual extenso y rituales de purificación,
sin embargo, en los tiempos modernos su número ha disminuido
y no todos están ciegos.
El templo tiene un festival llamado Itako Taisai, dos veces al año
en verano y otoño; también, mantiene un complejo residencial
con un hotel al más puro estilo japonés y, dentro de
él, una gran piscina de aguas termales, muy calientes, incluso
para el baño, para el uso de peregrinos y turistas.
Al
entrar hay que hacerlo lentamente, ya que cuesta adecuarse a la temperatura
del agua, que brota del volcán de forma natural y sin ser tratada.
Cuando
nosotros llegamos, se nos comunicó que el hotel había
sido restaurado recientemente.
El
hotel era una muestra extraordinaria del buen hacer japonés,
con todas las habitaciones en madera perfectamente trabajada y suelos
de tatami de una calidad fuera de serie.
Una decoración muy zen, muy clásica japonesa, pero maravillosa.
La sensación de paz y tranquilidad que la decoración
proponía era muy acogedora y todo pesagiaba una estancia fantástica.
La piscina, que era bastante grande y moderna, con aguas sulfurosas
y muy calientes, servía de canalización al paso de estas
aguas provenientes directamente del volcán, cuya desembocadura,
como he mencionado, era directamente al lago.
La llegada allí no fue nada fácil. Tuvimos que tomar
varios trasportes.
El primero, desde Tokio, un tren coche-cama, con el que viajamos por
la noche, después varios tranvías y, finalmente, una
furgoneta bastante pequeña, en la nos embutimos como pudimos
todo el grupo con todos los equipajes.
La llegada mereció la pena, puesto que el espectáculo
natural era extraordinario.
En realidad toda la zona antes de llegar al templo era una maravilla,
un extraordinario paisaje de espesos y verdes bosques.

Los alrededores del templo eran un erial volcánico, pero había
algo que flotaba en el ambiente, y se empezó a ver cuando comenzamos
a visitar la zona, donde las emanaciones volcánicas estaban
a flor de tierra. Las ofrendas y peticiones estaban por todas partes.

La consideración que los japoneses le dan a aquella zona, a
la que denominan “la puerta del infierno” o “la puerta al inframundo”,
hace que la gran mayoría de los japoneses, que son muy religiosos
en general, se vean impelidos a peregrinar al menos una vez al año
si pueden y si no una vez en la vida, a aquel sitio, con el fin de
conocer físicamente la zona a donde tienen que ir, una vez
hayan fallecido.
Lo que ocurre es que, como saben llegar allí después
de haberlo visitado en vida, una vez muertos, parece ser que no saben
por dónde proseguir, una vez allí, su camino al mas
allá.

Digo esto porque aquella zona está absolutamente llena de fantasmas
a los que se puede ver incluso de día y a simple vista.
Una gran mayoría de los que allí estuvimos los vimos.
En mi caso no los vi, aunque si me sentí observado por alguien
dentro de mi habitación, pero en este caso la presencia no
era nada inquietante.
Mi esposa sí que vio a una mujer y a un hombre, que se habían
colado en la habitación de improviso, y vino a mí muy
alterada y muy asustada.
Yo, que en ese momento me encontraba en la ducha, salí apresuradamente,
pero al entrar en la habitación, ya no había nada ni
nadie.
Varios del grupo también, en especial Antonio el organizador,
del que ya he comentado su gran sensibilidad a todo lo del más
allá, los vio y relató su experiencia. En realidad todas
experiencias eran similares.

También dos hermanas del grupo, salieron de la habitación
casi despavoridas, diciendo que se les habían metido varios
japoneses en la habitación, y habían salido por las
paredes.
Todos coincidían en que les saludaban haciendo reverencias
y se marchaban.
Hubo muchos del grupo que los vieron, incluso una pareja, que consideraban
todo esto como una verdadera estupidez.
En esta ocasión dejaron caer con cierta vergüenza que
habían visto algo raro, aunque no quisieron comentar nada más.
Una persona de mi entorno familiar, que no cree en nada de todo esto,
salió de la siesta diciendo “oye que hotel mas raro, aquí
la gente se mete en las habitaciones sin avisar y parece que salen
por las paredes”.
Su pareja se partía de la risa disimulando, ya que ella también
debió de ver algo, aunque prefirió no decir nada. Supongo
que para luego no tener que discutir con su marido o tener que darle
explicaciones, que posiblemente no aceptaría. Esa misma experiencia
la relataron otros más del grupo y, sin la menor duda, muchos
de los japoneses con los que nos cruzamos en la recepción del
hotel, al salir de él, parecían comentar con asombro
haber visto algo.
Nuestro traductor japonés nos lo confirmó, pero a pesar
de que no entendemos japonés, la forma de hablar y los gestos
no dejaban la menor duda de que ellos los habían visto también.
No sentimos en ningún momento nada negativo, al contrario de
lo que nos había sucedido en otros lugares que he ido relatando.
Parece
ser, por todo lo que pudimos recabar de los lugareños, que
hay una gran cantidad de gente perdida, después de la muerte,
esperando encontrar su camino para proseguirlo.
La gente que trabaja en el hotel y en las tiendas de recuerdos eran
muy simpáticos, en especial unas mujeres que se quedaron alucinadas
con uno del grupo, cuando vieron cómo se peinaba su bigote
largo y blanco.
Se
volvieron casi locas con él, riéndose y haciéndole
preguntas.
Fue un episodio muy simpático en un sitio nada propicio para
risas.
Tengo que decir que todo el que le conoce, lo identifica con “Asterix”
no sólo por su apariencia, sino también por su estatura.
Además, hay que reconocer que sabe ser muy simpático
cuando él quiere, y con esta simpatía, caía muy
bien a las japonesas de todas las edades, que le hacían la
ola en grupo.

La
vuelta a Tokio fue en tren bala y fue una experiencia muy interesante.
Hay
que hacer mención a la exquisita puntualidad y pulcritud de
todos los servicios públicos japoneses. Anexo algunas fotos
de la zona, para que se pueda apreciar mejor la realidad del lugar,
que es de una belleza indescriptible y, como todo en Japón,
exquisitamente cuidado y limpio.
Quiero hacer mención especial y póstuma a un gran amigo,
que nos conocimos en el viaje al Tíbet.
Lo hago aquí, porque me abrió los ojos a un Japón
que me había sorprendido, pero que no conseguía entender.
Un gran persona, Maestro de Meditación Budista, de Tai Chi,
de Kun Fu y un gran conocedor de la manipulación del Qi, de
la energía.
Su
nombre era el Maestro Chen.
Cuando nos volvimos a ver en Mallorca, después de mi viaje
a Japón, le conté las experiencias que habíamos
tenido, y directamente me dijo que sin la menor duda Japón
era el país del Planeta con más fantasmas de todos.
Que los mismos japoneses, aunque no lo dicen a los extranjeros, lo
saben y que una de las razones de ello era su tendencia, en cualquiera
de las religiones que allí se asientan, al culto a los
muertos. Era el eje central de las mismas.
Descansa en Paz gran amigo.
Julio de 2025
Javier Antolínez
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