La famosa pagoda de cinco pisos, Gojunoto. Experiencias
en un viaje al Japón místico y profundo III
Además
de los peregrinos religiosos, los viajeros, a menudo, se quedan en
los alojamientos del templo de Saikan.
En este lugar pernoctamos. Fue una noche llena de extrañísimas sensaciones y en la que casi ninguno de nosotros pudo dormir.
El propósito de los monjes de bosque, según nos contaron, es mantener controladas a estas entidades. De forma continuada y diaria, a determinadas horas del día y de la noche, bajan por el monte desgranando oraciones en los diferentes templos del mismo. Todo ello haga frío, calor, llueva, nieve, en cualquier condición, tanto de día como de noche.
Riega y alimenta un bosque milenario, guardado con extrema exquisitez por estos monjes de bosque, que además cuidan, de forma extraordinaria, la vida entera de todo lo que allí existe.
En realidad al desconocer muchas o casi todas las historias que de allí se contaban, creo que éramos visitantes no deseados por las Entidades del lugar, que de hecho nos lo dejaron muy claro.
En realidad casi todos estábamos abiertos a lo que el monte nos pudiera ofrecer.
Conforme ascendíamos por las escaleras de piedra irregulares, en un camino amplio y serpenteante, todo fue normal. Belleza desbordante, lujuriosa vegetación, árboles cuales columnas de una catedral… Todo un conjunto muy bien cuidado que al mismo tiempo se mantenía salvaje, de forma concienzuda, por alguien muy dedicado a ello.
Mientras que me encontraba ensimismado en aquella visión que me parecía casi irreal, de pronto ante mis ojos apareció de la nada, un hombre corpulento, algo más bajo que yo, ataviado con una armadura Samurái, aunque no llevaba casco, por lo que pude verle el rostro con gran claridad.
https://es.pinterest.com/pin/844493673792895/ Sólo la interrupción de un joven de nuestro grupo, que me vio entrar en aquel sendero, y que se lanzó como un vendaval a la zona haciendo fotos, hizo que aquel ser desapareciera de mi vista.
El chico no llegó a verle.
Las fotos que había hecho en el cementerio del monte, habían salido veladas, como si un potente foco de luz las hubiera “quemado”. El centro de las fotografías estaba blanco como si un fogonazo de luz las hubiera velado, mientras que la zona externa de todas ellas estaba completamente negra, chamuscada.
Mis pensamientos, alborotados, se acumulaban en mi cabeza, tratando de entender aquello que estaba muy seguro que había visto, pero que no conseguía ni asimilar, ni llegar a entender de forma racional. Aquella situación tan anormal, que se agolpaba en mi cabeza, alterando mi forma racional de pensar, no me dejaba ni un instante, impidiéndome pensar de forma lógica y bloqueando cualquier razonamiento posible sobre la experiencia que acababa de tener. De pronto me alcanzó el chico, del que no recuerdo su nombre, pasándome con bastante prisa hacia la cumbre, mientras que yo continúe a mi ritmo la subida.
En aquellos momentos no tenía ni idea de qué había sido aquello, no tenía sospechas de nada, solo seguí con el ascenso sin entender nada de lo que me había pasado, pensando que el cansancio de todo el día, ya empezaba a hacerme mella.
Todo era una maravilla constructiva, su techo, su entrada, las vigas del porche que sujetaban el techo, donde se encontraban la representación en esculturas de madera, de las entidades que habitaban esa montaña. Cuando las contemplé, me quedé atónito al comprobar que quienes me habían pretendido impedir el paso en mi camino de subida, habían sido aquellas entidades.
Nos acostamos y la noche fue movida. Nos despertábamos continuamente y nos volvíamos a dormir, pero todos fuimos conscientes de que algo transitaba por las habitaciones, algo tangible que dejaba constancia de su presencia al caminar, aunque no lo podíamos ver. Se oían y se sentían unos pesados pasos a nuestro alrededor, que, al despertarnos por su presencia, se esfumaban.
Al amanecer, la vista desde las habitaciones era un verdadero espectáculo, desde la cima de aquella montaña, las nubes deshilachadas y vaporosas se entretejían con las copas de los árboles de un bosque verde y exuberante.
Desayunamos frugalmente, como es habitual en todos los templos en Japón: arroz blanco, nabo y algunas golosinas más de este estilo. Al terminar recogimos nuestras cosas y nos fuimos al siguiente objetivo. Para todos los del grupo, aquella experiencia fue una más de las muchas que tuvimos en todo el viaje y que quedó en nuestro recuerdo de forma indeleble. Pero para mí sólo acababa de empezar, y, a pesar de que durante varios años no se hizo notar, llegó un momento en el que comencé a darme cuenta de que algo pasaba, algo muy extraño y agobiante.El motivo de que no me pudiera dar cuenta, a lo largo de todo este tiempo, era que, estando con mi mujer, venían tantas entidades, unas que provenían de ella y otras que me enviaba a mí, para controlarme, que me resultaba imposible reconocer la diferencia entre unas y otras. Tal
era el ejército de entidades, casi de forma permanente, que
tenía alrededor. De hecho, hasta que no me divorcié
de mi segunda mujer, no pude llegar a saber qué era lo que
sucedía.
Pero esto pertenece a otra historia que os la contaré más
adelante. https://es.pinterest.com/pin/298926494038231777/
Puesto que no se puede comprobar, lo dejo ahí en el aire, como una posibilidad más de las muchas que surgen en la vida. Viendo las cosas con la perspectiva del tiempo, sí que gracias a la gran ayuda de grandes videntes africanos, muy amigos míos, supimos que aquel que me recibió en el cementerio, era un Samurái Ninja con grandes poderes de magia y poderes totales sobre las entidades de aquel monte, a las que manejaba todavía y lo hacía, estando muerto, tan bien como si estuviera vivo. A pesar de que, como decía antes, la comprobación de vidas pasadas no es nada fácil de saber, en mi estancia en Japón tuve una clarísima sensación de haber vivido allí, en algunos de los lugares que visitamos. No sólo una vida, sino varias. Aquellas sensaciones fueron en ocasiones muy intensas, sensaciones que jamás había tenido en otros muchos lugares del planeta que he tenido la suerte de visitar. En varias ocasiones sentí, de forma súbita, como un flash, una traslación a épocas remotas, donde la gente que circulaba iba vestida a la antigua usanza, y yo también. Al volver a la realidad, solo había sido un instante, pero mi vivencia había durado un tiempo largo, suficiente para poder traerme conmigo la experiencia del pasado, tan viva como la actual. Desde muy pequeño siempre había dicho que yo había sido un Samurái, pero en aquellos momentos de mi niñez, sin el menor conocimiento sobre la reencarnación, ni sobre Japón, lo que decía no tenía ninguna trascendencia; además, para mi familia, lo que yo decía lo consideraban como tonterías de niños, pero siempre tuve presente en mi conciencia esa sensación.
El viaje a Japón fue una confirmación de aquella intuición infantil. No puedo constatar que los lugares en los que estuvimos y en donde tuve aquellas sensaciones, incluso experiencias muy claras, fueran los lugares reales donde viví en otras vidas, ni tan siquiera si fue así o no.
Pero sí que me quedó muy claro, ya que fue una impresión tan vívida, que jamás me la he podido quitar de encima, de que en otras vidas, no se cuántas, viví allí. https://es.pinterest.com/pin/24558760464073503/ Mi hermana, a la que le llevo 2 años, desde muy pequeña siempre decía lo mismo que yo. Ella decía que había sido una Geisha, aunque ella era mucho más insistente en sus afirmaciones.
Aquel viaje también le confirmó, totalmente, su intuición infantil de haber vivido allí. Saliendo de Japón en el aeropuerto de Narita de Tokio, como colofón final a un viaje lleno de experiencias extrañas, no puedo dejarme en el tintero la última y ésta fue una más, pero realmente extraña. Habíamos viajado con unos billetes de grupo, con plazas confirmadas tanto a la ida como a la vuelta. A la ida no tuvimos el menor problema y todo transcurrió a la perfección según estaba programado. Pero al salir, de vuelta hacia Ámsterdam, como primera escala del viaje, todos los del grupo pudieron sacar la tarjeta de embarque y la facturación de sus equipajes sin el menor problema.
Pero mi hermana y yo, no conseguíamos que nos admitieran los equipajes, y no había forma de que nos dieran nuestras tarjetas de embarque.
El tiempo transcurría, mi hermana y yo estábamos en el mostrador de facturación, y nadie nos daba la menor señal de solución de nada.
El resto del grupo, al igual que nosotros, empezó a preocuparse y a impacientarse, puesto que además teníamos que pasar todavía el control de pasaportes y el de seguridad, y el tiempo para embarcar se estaba acabando.
Como ya nadie nos hacia ni caso, pregunté urgentemente por el jefe de facturación de Japan Air Line, que se personó muy rápidamente. Me presenté como Comandante de Iberia, identificándome, y le expliqué la situación, que no conseguía entender, de cómo era posible que todo el grupo había podido facturar sin la menor complicación y por qué causa a mi hermana y a mí, no nos daban las tarjetas de embarque y que además no pudiéramos facturar el equipaje, teniendo todo perfecto, sin ningún problema. Su respuesta, muy alterada, fue que no entendían ninguno del equipo de facturación, cómo no era posible que, a pesar de tener las plazas y todo normal, no podían imprimir nada, ni facturar nada. Que cuando entraban en nuestras reservas, las de mi hermana y la mía, se bloqueaba todo el sistema y no podían trabajar. No podían imprimir ninguna tarjeta de embarque, ni la de salida de Tokio, ni las tarjetas de embarque del resto del trayecto, hasta nuestro destino final.
Entonces le dije, “por favor, de forma urgente, nos den unas tarjetas de embarque manuales y envíen un telefax a Ámsterdam comunicando nuestra llegada, y que nos tengan todo preparado para nuestro destino final, vigilando el equipaje para que no se pierda”.
La mujer que estaba muy nerviosa por todo lo que estaba pasando, fue muy amable e hizo todo lo que le dije de forma inmediata. Además nos ayudó a pasar los controles de pasaportes y seguridad, para poder llegar al embarque, que ya se encontraba en el último momento. Al llegar a Ámsterdam, el personal de tierra de Japan Air Line, nos estaba esperando en la puerta del avión con toda la documentación. Allí no habían tenido ningún problema para sacarla. No me cabe la menor duda de que aquella mujer sabía que había algo nada normal, que “ese algo” no quería que ni mi hermana ni yo, saliéramos de Japón. Su cara y su actitud lo denotaban de forma clara.
Hay que tener en cuenta que los japoneses son muy conscientes de que hay muchas cosas que provienen del otro lado, y su forma de expresión no dejaba la menor duda de que ella estaba convencida de que algo no físico estaba bloqueando nuestra salida, ya que a su vez, todo lo demás, lo del resto de pasajeros era totalmente normal en los ordenadores, pudiendo trabajar sin el menor problema.
Las pocas dudas que me quedaron, me las despejaron mis amigos videntes en África, años más tarde, sin darles por mi parte la menor explicación de lo sucedido, al confirmarme taxativamente, que aquel bloqueo informático fue hecho por el Ninja que me encontré en ese monte, en el cementerio, que no quería que nos fuéramos de Japón, ni mi hermana ni yo. A este hombre lo podía ver, años más tarde, visitándome en mi casa, tratando de influirme para que volviera a Japón. Tengo que reconocer que no fue fácil zafarme de él, y si no hubiera sido, una vez más, por la ayuda de mi gran amigo africano, creo que todavía me estaría molestando, este personaje siniestro. Javier
Antolínez
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REVISTA NIVEL 2. NÚM 41. AGOSTO 2025
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